El Mundo - 09.03.2019

(Michael S) #1
EL MUNDO.

HOJA Nº (^28) P A P E L LUNES 9 DE MARZO DE 2020
C I N E
pensaba en el concepto de
ausencia y alrededor de él
iba conjugando palabras
como vacío, hueco o nada.
Se trataba de simplificarlo
todo lo más posible para
alcanzar el máximo»,
comenta entre críptica y
sólo iluminada.
La película posee, de
Una habitación de hotel
como el pasillo de un
supermercado, la zona de
descanso de las autopistas
o la cinta transportadora
de un aeropuerto, importa
no tanto por lo que es
como por lo que fue. O lo
que será. Es de todos y de
nadie. Es, en efecto, sólo
un lugar de paso o, más
moderno, un no-lugar. La
mexicana Lila Avilés,
directora de La camarista,
lo sabe. Y funda su ideario
de cine observacional,
minimalista y
profundamente emotivo
en el vaciamiento
consciente de un espacio
que también es el
escenario de asuntos tales
como la desigualdad, la
lucha de clases, el
patriarcado, el racismo...
«Cuando escribía el guión
hecho, el privilegio de la
iluminación. Tras arrasar
en el circuito de los
festivales y ser premiada
como la ópera prima del
año en su país, llega ahora
a la cartelera convertida en
uno de los peores secretos
cinematográficos de la
temporada. Se cuenta la
historia de una camarera
de hotel atrapada en la
minuciosidad de un día a
día por fuerza milimetrado.
Encerrada en su torre de
42 pisos, la mujer ordena
cada habitación con la
precisión de un
taxidermista. Rehace
camas, coloca jabones,
cumple órdenes y, a cada
paso que da, ella misma
adquiere la consistencia
dura de las metáforas
duras. Nada de lo que ve y
toca, nada de lo que le
rodea, le pertenece. Ella
está ahí como testigo y
garante de un mundo y un
lujo por fuerza ajeno.
Intrigante, magnética,
precisa, incómoda, cruel y
honda. Todo eso es La
camarista.
Cuenta la directora que
la cinta es el resultado de
un largo proceso de
maduración, reescritura y
vuelta a empezar. La idea
arrancó de la mano del
trabajo de Sophie Calle. La
artista conceptual se
infiltró en los años 80 en
un hotel veneciano y allí
fotografió todas sus
ausencias. Lo que se
adivina en el trabajo de
Calle es una especie de
ritual sin cuerpos. Siempre
idéntico y siempre distinto.
Primero, escribió Lila
Avilés una obra de teatro y,
finalmente, completó la
película.
«Hay un México
escondido», cuenta la
directora, «que no tiene
nada que ver con la
imagen violenta del
narcotráfico. Es un país
soportado enteramente por
mujeres que son a la vez
madres, esposa, hijas y
trabajadoras. Siempre
solas. Vivimos un
matriarcado sumido en el
machismo». Y quién sabe
si lo que vale para su país
no sirve exactamente igual
para el resto. «Sin duda»,
apostilla.
La película,
protagonizada muy cerca
de la perfección por
Gabriela Cartol, tuvo su
momento de gloria a la
vez que Yalitza Aparicio
convertía a Roma, de
Alfonso Cuarón, en el
acontecimiento de todos
los años. «Es un honor ser
considerada como la
hermana pequeña», dice
la directora no queda
claro si feliz o sólo harta
de la comparación. Sea
como sea, la coincidencia
ahí queda.
Toda La camarista
discurre dentro del hotel.
Sólo al final es posible
imaginar algo de vida
fuera. Cada habitación se
antoja un espacio blanco
pendiente de ser llenado,
habitado y finalmente
vaciado. Y todo gracias a la
mano no tan invisible de
una kelly, ella es la
camarista, la camarera de
hotel o como se quiera
llamar. Una iluminación.
como éste; no funcionaría
en un libro sobre un piloto
kamikaze japonés»,
explica Berti. «En este
libro también aparece un
cuento que es una
reescritura de Continuidad
de los parques, de
Cortázar. No es una
casualidad. Ese cuento
habla, entre otras cosas, de
la diferencia entre la
lectura pasiva y la lectura
activa. Al lector pasivo de
Cortázar, por no moverse
de su sillón, lo acaban
matando», explica Berti.
En eso, más o menos
consiste Círculo de
lectores: en una trama de
relatos construidos sobre
historias de lectores
extravagantes,
refinadísimos, obsesivos,
trágicamente
equivocados... Pero
creativos todos. «Cuando
se escribe sobre la lectura
hay dos opciones obvias.
Por un lado está la
memoria de libros leídos,
que es un género que no
me llamaba la atención.
Esos libros ya están
hechos. Y por el otro están
los ensayos sobre el hecho
de leer al estilo de los
libros de Alberto Manguel.
Algunos de esos libros me
han enseñado mucho pero
yo buscaba otra cosa.
Buscaba crear algo nuevo,
un disparador para crear
nuevos mundos. Por
ejemplo, ese país que
aparece en el libro en el
que la literatura ocupa el
lugar central que en
nuestro mundo le
corresponde a la cultura
del entretenimiento o al
debate ideológico».
Se veía venir: la
información que puso en
marcha Círculo de lectores
viene de la experiencia de
Berti en el trato con sus
lectores. «Algunos lectores
son muy fieles, me han
seguido mucho tiempo y yo
escucho sus consejos sobre
otros libros; otros
desaparecieron un día y aún
me pregunto qué habrá sido
de ellos. Hay lectores que se
acercan a mí porque es su
manera de conseguir que
alguien lea lo que ellos
escriben, pero no me
molesta porque yo me
acuerdo de que hace no
mucho yo era así... Sus
lecturas me desconciertan
siempre y me fascinan».
El protagonista de uno de
los relatos de Círculo de
lectores, de Eduardo Berti
(editado por Páginas de
Espuma), es un lector de
literatura alemana que
tiene el defecto de la
literalidad y que se
indigna con las
traducciones al español
que llegan a sus manos.
No entiende por qué el
afán de los editores de
alterar la sintaxis de los
textos originales, de modo
que reescribe a Rilke y
Kafka con frases de
vocabulario español y
estructura alemana del
estilo de «¿Cuándo han
los viejos de la guerra
camaradas a la querida
ciudad llegado?».
Aquellos que alguna vez
hayan estudiado alemán
celebrarán la broma con
alegría.
Los textos de Berti
(Buenos Aires, 1964)
siempre son así, están
llenos de encanto y de
ingenio: Faster (sobre una
devoción infantil por
Fangio y The Beatles), Un
padre extranjero (sobre la
historia de su padre
rumano), Todos los Funes
(donde la literatura invade
la vida). Pero eso, por sí
solo, no es suficiente.
«Siempre hay que tratar de
que las formas ingeniosas
tengan un sentido, que no
sean arbitrarias, hay que
buscar un equilibrio entre
forma y contenido. Ese
afán por germanizar la
sintaxis tiene sentido en
un libro sobre la lectura
La actriz Gabriela Cartol en una escena de ‘La camarista’, de Lila Avilés. EL MUNDO
Relatos. El escritor
argentino dedica
‘Círculo de lectores’,
su nuevo libro de
relatos, a inventar un
mundo en el que la
lectura es la gran
obsesión colectiva
EDUARDO
BERTI Y LA
REPÚBLICA
DE LOS
LECTORES
LOCOS
POR LUIS
Lila Avilés. La directora mexicana estrena ALEMANY MADRID
‘La camarista’, la ‘hermana pequeña’ de la
exitosa ‘Roma’, un aquilatado estudio de
la lucha de clases desde la mirada de una
‘kelly’ y uno de los debuts cinematográ-
ficos más sorprendentes del año
“VIVIMOS UN
MATRIARCADO
SUMIDO EN EL
MACHISMO”
POR LUIS
MARTÍNEZ MADRID
Lila Avilés. EL MUNDO

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