El Mundo - 09.03.2019

(Michael S) #1

P A P E L


HOJA Nº (^32) LUNES 9 DE MARZO DE 2020EL MUNDO.
C O M U N I C A C I Ó N
EL ABOGADO, ACTI-
VISTA y periodista Chen
Qiushi, que se dio a
conocer por sus informa-
ciones sobre las protestas en Hong-Kong y,
desde el 24 de enero, sobre el coronavirus en
Wuhan, lleva detenido desde el 6 de febrero.
«Nadie sabe qué ha sido de él», decía el
viernes Reporteros sin Fronteras (RsF). ¿Su
delito? «Mostrar al mundo hospitales
sobrecargados de pacientes, el sufrimiento de
la población y la escasez de medidas del
Gobierno chino». Sus vídeos en YouTube, con
440.000 seguidores, y en Twitter, con más de
250.000, son ejemplos del mejor periodismo
en situaciones de crisis o emergencia. «Las
autoridades de Wuhan deben aclarar si lo
tienen detenido y, de ser así, dejarlo
inmediatamente en libertad», señala Steven
Butler, del Committee to Protect Journalists.
Segú RsF, «las autoridades chinas han hecho
desaparecer, detenido o silenciado a
numerosos periodistas». A los corresponsales
extranjeros, salvo casos excepcionales, no los
detienen, sino que los expulsan no renovando
sus visados ni sus credenciales. Es lo que
ocurrió el 19 de febrero con tres
corresponsales del Wall Street Journal (WSJ).
Josh Chin, Chao Deng y Philip Wen han
sido chivos expiatorios de la guerra
informativa, apéndice de la confrontación
general (comercial, política, diplomática,
tecnológica...) entre la Administración Trump
y el régimen de Xi Jinping desde 2017.
Oficialmente, Pekín los ha expulsado en
represalia por un artículo de Walter Russell
Mead –China is the real sick man of Asia–
publicado por el WSJ, un brillante análisis del
mundo que nos espera si China pierde parte
de su aura e influencia globales.
El pasado martes el secretario de Estado,
Mike Pompeo, anunció que los EEUU reducirán
los visados disponibles para periodistas chinos
de 160 a 100, lo que obligará a regresar a su país
a 60 de ellos antes del 13 marzo si no tienen otro
visado distinto al de periodista. Los medios para
los que informan son Xinhua, CGTN, China
Radio, China Daily y The Peoples Daily.
El 18 de febrero los EEUU reclasificaron a
los cinco medios citados como «misiones
extranjeras», el término utilizado para
consulados y embajadas. «China está
reforzando la vigilancia, el acoso y la
intimidación a los periodistas extranjeros»,
dijo Pompeo para justificar la decisión.
En el informe anual del Club de
Corresponsales Extranjeros en China,
publicado en febrero, basado en una encuesta
a la que responden 114 de ellos, se denuncia
la expulsión de nueve corresponsales desde
2013 y una verdadera avalancha de
amenazas, ataques y presiones.Uno de cada
dos las ha sufrido directamente en 2019. Las
credenciales, que solían darse por un año, se
están dando en muchos casos por seis, tres o,
incluso, un solo mes.
EL OYENTE
¿DÓNDE ESTÁ
EL PERIODISTA
CHEN QIUSHI?
POR
LUIS OZ
EEUU REDUCIRÁ LOS VISADOS
DISPONIBLES PARA PERIODISTAS
CHINOS DE 160 A 100, LO QUE
OBLIGARÁ A 60 A REGRESAR A
SU PAÍS ANTES DEL 13 DE MARZO
Las series turcas no solo
despiertan pasiones en
España. Millones de
árabes siguen con
devoción las andanzas
históricas
manufacturadas en
Estambul, embelesados
por el recuerdo de la
grandeur extraviada de
sultanes y califas. El furor
ha transfigurado la
pequeña pantalla en el
territorio de la guerra que
libran la Turquía del
islamista Recep Tayib
Erdogan y las principales
autocracias árabes
capitaneadas por Arabia
Saudí a propósito de su
influencia regional y el
triunfo de su ideario. «Hay
que reconocer que los
turcos han sido capaces
de crear series históricas
de buena factura», admite
en conversación con
Papel Yaser Hareb, el
productor que acaba de
firmar la respuesta árabe
a un fenómeno hasta
ahora imparable. Su obra
Mamalic al nar (Los
reinos del fuego, en árabe)
–serie de 14 capítulos
emitida por la cadena
saudí MBC– reconstruye
la derrota del sultanato
mameluco en el siglo XVI,
que reinó sobre el
territorio que hoy ocupan
Egipto, Siria y Arabia
Saudí, y la conquista
otomana del mundo
árabe.
La producción –un
derroche de efectos y
recursos que ha costado 40
millones de dólares–
presume de haber
ejercitado una suerte de
justicia poética al contenido
que sus rivales turcas han
ido diseminando. «Menos
del 5% de lo que cuentan
sus obras está ajustado a la
verdad histórica; por eso
hemos dado el paso. Es
necesario reivindicar
nuestra historia y debemos
contarla nosotros mismos»,
afirma Hareb, dueño de
Genomedia, la productora
responsable de la aventura.
Con el desahogo que
proporcionan los
petrodólares, Los reinos del
fuego es un trasunto árabe
de Juego de tronos en el que
el otomano es representado
como un pueblo bárbaro y
sanguinario. En la
promoción de la serie, la
producción denuncia que la
época de los otomanos
–dibujada por Estambul
como una era de esplendor
y unión de las naciones
musulmanas– fue, en
cambio, un tiempo «maldito
y sangriento».
La serie se centra en el
duelo que protagonizaron
el sultán otomano Solimán,
apodado El magnífico, y
Toman Bay II.
Una lid a
muerte para
dirimir quien
reinaba sobre
Oriente Pró-
ximo que acabó
decantán-dose a
favor de Solimán.
«Los turcos han
jugado con un tiempo
que despierta nostalgia
entre los musulmanes. En
la última década han creado
un género, con
producciones que tienen
hasta 400 episodios, a partir
de personajes históricos y
desarrollando tramas que
tienen poco que ver con lo
que realmente sucedió»,
arguye Hareb. Para
ensamblar la respuesta
árabe, cuyo guión fue
redactado en seis meses a
partir de testimonios
que llegamos a tener a
1.500 figurantes a los que
había que vestir, armar y
dar de comer. Se emplearon
450 caballos, de los cuales
150 estaban enseñados para
filmar las caídas»,
rememora.
Más allá de los desafíos
logísticos, Toledo tuvo
que lidiar con el uso del
fuego y de la pirotecnia.
«Fue un factor de
complicación añadida
porque había lanzamiento
de catapultas y muchas
explosiones que hubo que
coordinar para evitar
accidentes», detalla.
La batalla continúa: «En
todo el mundo, las series
son una herramienta de
diplomacia e influencia.
Mira Hollywood, cuya labor
resulta tan importante
como la del ejército. Aquí
no podemos ser menos»,
concluye Yaser Hareb.
históricos, Los reinos del
fuego ha recurrido a
conocidos actores egipcios,
sirios, tunecinos y
marroquíes bajo la batuta
del británico Peter Webber.
A pesar de jactarse de
«exactitud histórica», la
serie ha recibido las críticas
de sectores árabes en una
región cada vez más
dividida. Desde Qatar,
alineada con Turquía y su
apuesta por el «islam
político», el magnate Fahad
bin Jasim censuró el
ejercicio de «ignorancia».
«Los mamelucos son turcos,
no egipcios, y los otomanos
también. Así que si se
considera a los otomanos
como invasores, los
mamelucos también lo
son», argumenta.
La obra lleva, además,
sello español. Alejandro
Toledo, con una dilatada
carrera en la elaboración de
anuncios publicitarios y
videoclips, dirigió la unidad
de acción durante los ochos
meses que duró el rodaje.
«Es, sin duda, la producción
más ambiciosa que se ha
hecho en el mundo árabe.
Teníamos un equipo técnico
de 600 personas, encargado
de las escenas de grandes
batallas que aportan
espectacularidad», relata a
este diario el español. «El
rodaje fue durísimo, en
pleno desierto. Hubo días
‘Los reinos del fuego’.
Una superproducción
considerada el
‘Juego de tronos’
saudí planta cara a
la visión histórica que
ofrecen las exitosas
ficciones turcas
LA CRUZA-
DA TELEVI-
SIVA ÁRABE
CONTRA EL
‘INVASOR’
OTOMANO
POR FRANCISCO
CARRIÓN EL CAIRO
“ES NECESARIO
REIVINDICAR
NUESTRA HISTORIA
Y DEBEMOS CONTARLA
NOSOTROS MISMOS”
El actor Jaled
el Nabawi
como Toman
Bay II.

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