Expansión - 09.03.2020

(lily) #1

Opinión


34 ExpansiónLunes 9 marzo 2020


L


a novela Años luz, de James
Salter, es verano caluroso e in-
vierno helador al mismo tiem-
po. Es un tenedor arrastrado con
fuerza por el plato, hasta producir un
sonido insoportable, y es paz a la
sombra de un roble. Una casa y unas
infancias aparentemente idílicas, a
orillas del río Hudson, esconden
traiciones y bajezas que, en todo mo-
mento, parecen evitables si tan sólo
los protagonistas supiesen valorar e
interiorizar lo que tienen y lo que
han construido.
Nada penalmente relevante, tan
sólo muestras crueles de disfuncio-
nalidad reiterada. El lector pasa de la
envidia (por el escenario bucólico en
el que se desenvuelve la familia) al
cabreo, hasta instalarse en una lan-
guideciente melancolía.
La misma naturaleza humana pa-
rece determinar lo inevitable, el de-
sapego, lo injusto, el deshilacharse
de las vidas de Viri y Nedra. Digamos
que la novela, ciertamente lograda y
palpitante, no es precisamente una
oda a la serenidad de la existencia, ni
un himno a la pareja y a la familia, si-
no todo lo contrario.
Desaconsejaría su lectura en caso
de separación reciente o corazón en
carne viva por otras razones, para no
perder toda fe en el prójimo más
próximo, ni en el amor profundo y
tridimensional.
Sin embargo, esta obra tan cortan-
te sobre la ineluctabilidad del desti-
no y de la esencia humana, tiene des-
tellos de esperanza que, bajo forma
de metáforas, alumbran al lector y le
devuelven opciones de confianza en
el futuro. Aunque afloren en una irri-
tante conversación sobre sastres y
camisas a medida.
“¿Cómo es la historia de los doce

hombres absolutamente puros cuya
existencia es vital para el mundo?”
Pregunta Viri a su interlocutor,
quien le responde: “Están desperdi-
gados por la tierra. Nadie sabe quié-
nes son, pero cuando muere uno de
ellos se le sustituye inmediatamente.
Sin ellos, la civilización se desploma-
ría y quedaríamos sumidos en el ca-
os, el crimen y la desilusión total”.
La reacción de Viri es de descon-
suelo: según están las cosas, no que-
darán entonces más de cuatro o cin-
co en la faz de la tierra, reflexiona
amargamente.

Fascinante hipótesis
Esta fascinante hipótesis, cuya lectu-
ra debería hacerse con el prisma de
la metáfora y que efectivamente pa-
rece sacada de la narrativa hebraica,
no encuentra confirmación científi-
ca ni religiosa, y tampoco literaria.
No he logrado más informaciones
sobre ella.
Empíricamente podríamos estar

de acuerdo con Viri y con su visión
pesimista sobre el numero men-
guante de hombre puros, y desde
luego el ejercicio de búsqueda de los
supérstites debería iniciarse por des-
carte. Está claro dónde y en quiénes
no habría que buscarlos.
Es, sin duda, interesante seguir un
hilo argumental que James Salter
nos sugiere, y que vincula a los “doce
hombres puros” (rectius: su falta o
disminución) con la desilusión total
y el caos. Nadie los conoce por su
condición tan excepcional y, sin em-
bargo, son esenciales.
Ahondando más en la metáfora,
podríamos sostener que echamos en
falta a buenos ejemplos y que, cuan-
do los hay, no somos capaces de re-
conocerlos.

La desinformación por exceso de
noticias y las prisas cotidianas en to-
dos los menesteres y momentos de
nuestras vidas juegan en contra del
análisis sosegado y del discernimien-
to objetivo entre lo superfluo y lo fal-
so, por un lado, y lo positivo y enri-
quecedor, por el otro. El desnorte co-
lectivo, que desciende de la deso-
rientación individual, no es casual.

Esperanza fallida
Las decepciones políticas así como
los previos calentones excitados, se
apoderan y se van de nosotros con la
rapidez y la inevitabilidad de una ola
en la orilla. Buscamos la salvación y
el ejemplo en personas y en ideas de
nuevo cuño que no aguantan ni un
asalto. La imagen de los estudiantes
increpando a Pablo Iglesias, el Abur-
guesado, el del family business en el
Consejo de Ministros, es un triste co-
lofón a la enésima esperanza fallida.
Es una deprimente fotografía que es
espejo de los tiempos.

Las empresas que siguen funcio-
nando y creciendo, cuentan todas
con un liderazgo que es ante todo
ético y, por ello, motivacional. Este
aspecto es especialmente patente en
las empresas familiares, en las que la
cadena de mando es más corta y la
propiedad es mucho más cercana a
los trabajadores, quienes reconocen
–y, por tanto, llegan a apreciar– la
autoridad moral desde la que des-
cienden las decisiones que afectan a
su vida profesional.
En los Estados nacionales (incluso
entre la ciudadanía de entornos su-
pranacionales como la Unión Euro-
pea), las nuevas normas tienen más
opción de contar con la aceptación
social si quienes las promulgan
cuentan, a su vez, con el respeto de
los ciudadanos.
Uno de los grandes problemas de
la sociedad moderna, en España y en
el mundo, es precisamente este: la
admiración hacia los políticos está
prácticamente desterrada, y escasea
también el simple respeto.
Ante el ocaso de las religiones co-
mo fuente de inspiración social, nos
quedaba la política como único cala-
dero de referencia para sacar buenos
ejemplos y macrovalores.
Cada día que pasa, vamos per-
diendo fe en ello, se nos acaban las
herramientas críticas, los instru-
mentos para la criba.
En un cuadro de este tipo, se tor-
na aún más relevante dotar a los jó-
venes de los instrumentos esencia-
les para discernir, valorar, pensar y
opinar.
Las ideas y los valores –los que a
lo mejor hoy no conocemos aun y
que otras generaciones fraguarán–
nacen y crecen en entornos educa-
tivos amplios, abiertos y humanis-
tas. Sin sectarismos. Con pasión y
exigencia por partes iguales. Tal vez
de esta forma seremos capaces de re-
poner a los doce hombres puros de
James Salter.

Doce hombres puros


Abogado


Marco
Bolognini

W


arren Sánchez, el hombre
que tiene todas las res-
puestas, recibió en la
Moncloa a los fabricantes de auto-
móviles, Anfac, y escuchó sus reivin-
dicaciones. El Gobierno dialoga con
las empresas del automóvil y tam-
bién con las organizaciones agrarias.
Warren en persona, con ese estilo
tan suyo de moralizar la política,
consideró que los precios bajos que
se cobran en el campo son “inacepta-
bles”. Cabe concluir, por tanto, que
Warren va en coche al campo.
Las empresas del automóvil, co-
mo las demás, no buscan enemistar-

se con el poder, sino al contrario: su
proximidad con los que mandan les
ahorra costes y les puede proporcio-
nar pingües beneficios. No las critico
por ello, sólo constato la necedad del
antiliberalismo hegemónico que in-
siste en que los capitalistas son vigo-
rosos liberales que están permanen-
temente presionando al poder para
que baje gastos e impuestos. La reali-
dad es justo la contraria.
Los directivos de Anfac propusie-
ron aumentar el gasto en 54.000 mi-
llones de euros, tres cuartas partes
de los cuales serían gasto público.
Como sucede siempre, presentaron
cálculos que sólo auguraban bienes
para el Gobierno y la sociedad: hasta
un 12% adicional podría aumentar el
PIB, se crearían 1,5 millones de em-
pleos en 20 años, etc. A la hora de pa-
gar impuestos, esas empresas quie-

ren una fiscalidad mejor para su acti-
vidad, lógicamente; con lo cual será
peor para los demás, lógicamente.

¿Quién paga la cuenta?
Mientras Warren conduce el coche,
resulta que las empresas constructo-
ras agrupadas en Seopan quieren
que se imponga un peaje en todas las
autovías. Otra vez, los resultados son
estupendos: el Gobierno recibiría
5.600 millones por la concesión y
4.800 millones en impuestos; ten-
dría las autovías en perfecto estado,
etc. ¿Cuál es el problema de todo es-
to? Usted, señora, que es la que va
pagar la cuenta, como siempre. Igual
que es la que va a pagar la última in-
cursión progresista contra las muje-
res ahorradoras: el plan de eliminar
la desgravación en los planes priva-
dos de pensiones. Warren no lo dice

así, pero lo sabe. Está ante la tesitura
de crujirla a usted a cambio de sa-
near algo sus cuentas y poder au-
mentar el gasto en capítulos cuya
rentabilidad política le compense el
coste político que representa su en-
fado de usted.
Por fin llega Warren al campo. To-
do debería funcionar bien, según el
delirante plan que ha diseñado: el
Estado va a garantizar los márgenes
de la cadena alimentaria. Todos ten-
drán garantizada su rentabilidad.
¡Genial! ¿Cómo no se nos había ocu-
rrido antes? Otra vez, el único pro-
blema estriba en que al final de esa
cadena está usted, señora. Y su ren-
tabilidad de usted no la garantiza na-
die. Warren contempla el atardecer
y se pregunta por qué será que hoy
despliegan sus alas con tan desusado
entusiasmo los buitres.

Warren va en coche al campo


Carlos Rodríguez
Braun

Las ideas y los valores
nacen y crecen en
entornos educativos
abiertos y humanistas

Esas empresas quieren
una fiscalidad mejor para
su actividad, con lo cual
será peor para los demás

El Estado garantizará los
márgenes de la cadena
alimentaria. ¿Cómo no se
nos había ocurrido antes?
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