Expansión - 09.03.2020

(lily) #1

Mensual de fondos febrero


2 ExpansiónLunes 9 marzo 2020


TENDENCIAS


BlackRock: la tecnología de las


La influencia y el gran alcance de Aladdin, una plataforma que utilizan incluso gestoras de fondos rivales, plantea posibles


Richard Henderson /
Owen Walker. Financial Times
Cuando los valores tóxicos
respaldados por hipotecas se
extendieron por el sistema fi-
nanciero hace más de una dé-
cada, el Gobierno estadouni-
dense recurrió a Larry Fink,
uno de sus pioneros, en busca
de ayuda. Fink hizo una fortu-
na empaquetando hipotecas y
vendiendo partes de esos pa-
quetes en los años 80 antes de
fundar BlackRock, actual-
mente la mayor gestora mun-
dial de activos.
A medida que la crisis se
agudizaba, Fink hablaba con
Hank Paulson, el secretario
del Tesoro estadoundiense,
con más frecuencia que algu-
nos consejeros delegados de
los grandes bancos de Wall
Street, y ofreció al Tesoro y a
la Reserva Federal una pode-
rosa herramienta para eva-
luar el riesgo de los activos
origen del caos. El acuerdo
daría a BlackRock contratos
públicos por valor de decenas
de millones de dólares, lo si-
tuaría al frente de la revolu-
ción del fintech y cimentaría la
posición de Fink en la inter-
sección de la política y las fi-
nanzas.
En el centro de todo estaba
Aladdin, la enorme platafor-
ma tecnológica de BlackRock.
El sistema conecta a los inver-
sores y a los mercados, garan-
tiza que las carteras incluyan
los activos adecuados y mide
el riesgo de las acciones y los
bonos mundiales, y de los de-
rivados, las divisas y el capital
riesgo.
La influencia de Aladdin ha
crecido desde la crisis finan-
ciera. Hoy, actúa como siste-
ma nervioso central para mu-
chos de los mayores actores
de la industria de la gestión de
inversiones –y para varias fir-
mas no financieras de enorme
tamaño–.
Vanguard y State Street
Global Advisors, las mayores
gestoras de fondos después de
BlackRock, usan el sistema, al
igual que la mitad de las 10
principales aseguradoras por
activos, y el fondo de pensio-
nes público de Japón, el ma-
yor del mundo con 1,5 billones
de dólares. Apple, Microsoft y
la matriz de Google, Alphabet
–las tres mayores empresas
cotizadas de EEUU– también
utilizan el sistema para sus
carteras de inversión.
Pero el verdadero alcance
de Aladdin se desconoce fue-
ra de BlackRock. La última

vez que la gestora de Nueva
York reveló los activos mun-
diales exactos que había en su
sistema fue en febrero de
2017, cuando alcanzaron los
20 billones de dólares. Un ex
empleado explica que el dato
dejó de hacerse público debi-
do a la atención negativa que
atraían las enormes sumas.
En los tres últimos años,
Aladdin ha ganado muchos
nuevos clientes, el valor de la
Bolsa ha aumentado un 33% y
el mercado de bonos es un
13% más grande.
En la actualidad, ya sólo
21,6 billones de dólares de la
plataforma pertenecen a un
tercio de sus 240 clientes, se-
gún documentos públicos ve-
rificados con las compañías.
Esa cifra equivale al 10% de
las acciones y bonos globales.
Aladdin ha alimentado el as-
censo de BlackRock reforzan-
do sus vínculos con los clientes
y diversificando sus ingresos.
Pero el éxito de la plataforma
ha creado nuevos retos. Sus
competidores están desarro-
llando plataformas rivales que
le están robando parte de su
negocio. La escala del sistema
–sin parangón entre la tecno-
logía ofrecida por las gestoras
de fondos– también ha creado
posibles conflictos de intere-
ses. Por encima de todo, su im-
portancia como centro de fin-
tech ha planteado la perspecti-
va de que intervengan los re-
guladores.
El sistema de gestión del
riesgo más poderoso del
mundo amenaza con conver-
tirse en una carga para su pro-
pietario.
Después de la crisis finan-
ciera, una ofensiva de los re-
guladores estadounidenses
trató de poner la etiqueta de
importancia sistémica a de-
terminados gandes bancos y
aseguradoras. Se esperaba
que se incluyese a las gestoras
de activos en la lista, pero las
compañías más grandes pre-
sionaron para evitarlo. Final-
mente lo lograron basándose
en un único argumento: los
inversores que confían sus ac-
tivos a las gestoras de fondos
técnicamente los tienen en un
banco especializado, por lo
que esos activos nunca están
en los balances de una gestora
de fondos.
Plataformas como Aladdin
no se incluyeron en la norma,
pero a medida que los merca-
dos y la inversión se hacen
más dependientes de la tec-
nología, las funciones de estos

sistemas podrían jugar un pa-
pel en las futuras decisiones.
La enorme influencia de
Aladdin ha llevado a temer
que ésta, o BlackRock, pue-
dan desestabilizar el sistema
si cualquiera de ellos sufre un
sobresalto –un ciberataque,
un código malicioso o una cri-
sis súbita de la compañía–.
En enero, la Autoridad de
Conducta Financiera británi-
ca advirtió que el fallo de un
gran sistema de carteras y

riesgo como Aladdin, “podría
causar graves perjuicios al
consumidor” o incluso “dañar
la integridad del mercado”.

Riesgos
Aunque Aladdin no dice a los
gestores de activos qué com-
prar o vender, algunos sostie-
nen que si una gran propor-
ción de los activos globales
responde a los avisos de
Aladdin, billones de dólares
reaccionarán de una misma

forma ante un evento –como
una pandemia o la guerra en
Oriente Próximo– provocan-
do un peligroso comporta-
miento gregario.
El papel crítico que juega
Aladdin para destacadas
compañías también lo con-
vierte en un objetivo para el
ciber crimen. Ryan Dodd, un
ex gestor de fondos y funda-
dor de la consultora de ries-
gos Cyberhedge, advierte de
que BlackRock y Aladdin son

objetivos atractivos para los
hacker. “Ofrecen una llave
maestra para desbloquear los
credenciales de otros miles de
objetivos de alto valor, como
los usuarios de Aladdin”, ex-
plica.
Estos riesgos se ven agrava-
dos por la complejidad de
Aladdin. Entrar y salir del siste-
ma puede requerir años, por-
que a menudo conlleva reem-
plazar distintos sistemas, y los
usuarios tienen que modificar

Larry Fink, fundador y presidente de BlackRock.


En 1986, Larry Fink lideraba el
departamento de hipotecas de First
Boston, un gran banco de inversión, e
iba camino de convertirse en su
consejero delegado. Entonces perdió
100 millones de dólares y fue
destituido. Fink se había incorporado
una década antes como becario, y
escaló deprisa. Generó cientos de
millones de dólares en parte
vendiendo valores garantizados por
hipotecas, pero cometió un fatídico
error. Calculó erróneamente una caída

de los tipos de interés, que permitió
que las hipotecas se pagasen antes,
reduciendo el valor para los inversores.
La historia es el origen del segundo
acto de Fink en BlackRock y de la
génesis de su plataforma de riesgo,
Aladdin. Pero Fink omite un detalle
crucial. La escala de las pérdidas fue el
resultado de su deseo de superar a su
homólogo en Salomon Brothers, Lewis
Ranieri, que vendía agresivamente
valores respaldados por hipotecas.
Conforme la rivalidad crecía, Fink

emitió más de lo que First Boston
podía vender, acabando con un gran
inventario en el balance que perdería
valor al bajar los tipos. Para Fink, el
episodio demostró la necesidad de
una herramienta de gestión de
carteras como Aladdin para evaluar el
riesgo. También revela la gran
competitividad de Fink y del grupo de
compañeros de First Boston que se
marcharon para fundar BlackRock,
muchos de los cuales siguen en la
firma en la actualidad.

Aladdin, el fruto de la rivalidad de Fink y Ranieri

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