Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

(alangleds1) #1

vieron su origen los primeros grandes reinos, cuyos monarcas
extendieron los límites de su poder hasta mucho más allá de
Mesopotamia.
En las fuentes escritas sólo encontramos los últimos ecos de
las primitivas comunidades. El desarrollo de las fuerzas de pro­
ducción, la progresiva descomposición de estas comunidades y
su derrumbamiento final, se habían producido'en los umbrales
de la época histórica. Aunque la comunidad rural pervivió d u ­
rante la citada época, al menos formalmente, sus representan­
tes no ejercían ya sus atribuciones en nombre de la comunidad;
eran designados por el monarca. Administraban la comunidad
en nombre de éste y servían a sus intereses. La sociedad que nos
muestran las fuentes escritas se encuentra diferenciada en cla­
ses. Estaba constituida por la clase dominante de los ciudada­
nos libres, en cuya cúspide se encontraban el soberano y su fa­
milia, así como los altos dignatarios y sacerdotes de los templos
mesopotamios. A esta clase dominante pertenecían los pro­
pietarios de los grandes latifundios y, dentro de las ciudades,
los comerciantes, artesanos y representantes de algunas profe­
siones tales como arquitectos, médicos, empleados del palacio
y del templo, etc.
Las victoriosas campañas de los reyes mesopotámicos trajeron
al país numerosos prisioneros de guerra, que constituyeron la
clase no libre de los esclavos. Las deudas y la ruina económica
condujeron también a la esclavitud a algunos ciudadanos
libres. Entre estas dos clases mencionadas existía una numerosa
capa social, cuyos miembros eran designados con el nombre de
mushkénü. Aunque disfrutaban de libertad personal, depen­
dían económicamente del palacio o del templo, en cuyas tierras
se encontraban afincados y donde realizaban su trabajo (o en
los talleres del palacio y el templo como artesanos). Esta depen­
dencia económica condicionaba indudablemente su libertad
personal.
En la cúspide de la sociedad mesopotámica se encontraba el
soberano. Su poder fue en constante aum entóla pesar de que
se viera obligado a veces a combatir a la clase sacerdotal y a los
grandes de la nobleza. En el curso del tiempo, el soberano se
convirtió en un déspota que se autotitulaba «Rey de reyes» o
«Rey de las cuatro zonas del universo». Era el supremo admi­
nistrador, legislador, juez y jefe del ejército. Las arcas del teso­
ro y los graneros del palacio real se llenaban con el oro y los ce­
reales reunidos con el trabajo y las contribuciones de la pobla­
ción indígena y de los enemigos vencidos. Pero también se apa­
gó el poder de estos soberanos y sus palacios quedaron conver­
tidos en ruinas. Sobre los escombros de las antes florecientes
ciudades se establecieron nuevos conquistadores que configu­
raron una nueva vida política y cultural.
El tiempo siguió su curso y aquella vida, que alcanzara un

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