Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

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mo «hijo de nadie» (como, por ejemplo, el rey casita Nazibu-
gash y Nabopolasar, el fundador de la dinastía neobabilónica).
Intentaron subsanar la carencia de un linaje adecuado dando
un extraordinario impulso a los templos. Tampoco Nabónido,
el último rey babilonio, era de sangre real. Este ni siquiera era
babilonio, sino de origen arameo.
También hubo usurpadores entre los déspotas asirios. Una
leyenda cuenta de Asurnasirpal I que creció en unas montañas
desconocidas y que subió al trono de Babilonia gracias a la
diosa Ishtar, esto es, gracias a los sacerdotes de su templo, por
lo que se mostró luego muy agradecido a sus protectores. Sar­
gón II, uno de los mayores déspotas asirios, fue un usurpador,
al igual que su homónimo Sargón de Akkad.
El antecesor inmediato de Sargón II, Salmanasar V, se ene­
mistó con los sacerdotes del templo de Asur. Indudablemente,
éstos, al igual que los más distinguidos representantes del
círculo comercial de Asur, ayudaron a Sargón II a subir al po­
der. No se le reprochó ni su participación en el asesinato de su
predecesor ni su origen desconocido. Supo compensar hábil­
mente estas deficiencias liberando de impuestos al templo y
aumentando la autonomía de las ciudades más importantes, de
lo que se beneficiaron especialmente la cíase alta de los comer­
ciantes y la burocracia.


La mujer en el trono de Mesopotamia

Algunas veces, las mujeres asumieron el poder en Mesopota­
mia. Esto tuvo lugar o bien por su papel de esposas del rey a
quien superaban con mucho tanto en energía como en iniciati­
va, o como reinas ellas mismas. De mitad del tercer milenio se
conoce sobre todo el caso de la usurpadora Kug-Baba de Kish.
En el relieve de Urnanshe, el fundador de la dinastía de La­
gash, están representados el rey y sus hijos. De éstos, es su hija
Lidda quien está situada más cerca del trono y a ella le siguen
sus cuatro hijos. También es conocida Baranamtara, la esposa
de Lugallanda y, sobre todo, Shag-shag, la esposa de Urukagi-
na, por su espíritu especialmente emprendedor. La primera
poseyó y administró personalmente sus propios bienes in ­
muebles, por lo que los documentos comerciales llevan la
impronta de su propio sello. Shag-shag se ocupó igualmente
de empresas económicas. Hasta los historiadores griegos men­
cionan, con el nombre de Semiramis, a la viuda regente Sam-
muramat (del siglo IX a. de C.), famosa por sus «jardines col­
gantes». Sammuramát gobernó en nombre de su hijo menor,
Adadnarári III y su influencia se dejó sentir también más tarde,
cuando éste ya había subido al trono. Recientemente se ha
puesto en duda que fuera en realidad la regente del reino, aun­
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