na hasta su tumba. Las esculturas de tamaño muy pequeño
servían como amuletos contra los malos demonios, por
ejemplo, contra el demonio femenino Lamashtu, que, según
las concepciones de la época, ocasionaba graves enfermedades,
que podían afectar a los niños desde su nacimiento. Por su
puesto, hasta en los más pequeños objetos de los hombres, se
ponía también de manifiesto la diferencia de clases (al pobre se
le enterraba envuelto en una estera o en la pie] de un animal,
mientras que para el rico se construían monumentos funera
rios). Eran enterrados en sarcófagos de arcilla que tenían la for
ma de un gran puchero acampanado o de una bañera elíptica.
También la cripta, que tenía una tapa abombada, se hacía con
ladrillos de barro. Estas imponentes «últimas moradas», atraían
con frecuencia a saqueadores que buscaban valiosas joyas y
ofrendas bajo la tapa de arcilla.
Estaba también muy extendido el empleo, de la caña, que
existía en Mesopotamia en cantidades ilimitadas en todas las
orillas de los ríos y canales. Sustituía principalmente a la made
ra, escasa en todo el país. Varas o haces de caña servían como
pilares para las casas sencillas o para formar cobertizos protecto
res para el ganado, especialmente en las zonas pantanosas. Las
paredes y el techo se cubrían con esteras de junco. Estas
sustituían también con frecuencia las puertas. Las puertas de
madera poseían especial valor y en los contratos de compra o de
matrimonios (en los que, por ejemplo, una casa con puerta de
madera formara parte de la dote) se hacía constar expresamen
te. La caña se empleaba también en diversos trabajos de entre
tejido; con ella se fabricaban bandejas, cestas, recipientes y ca
jas que se recubrían luego con cuero o con pez. Con caña se
hacían igualmente cuerdas, aunque podían ser fabricadas tam
bién con fibras de palmera, varas de mimbre o hebras de lino.
La arquitectura
La arquitectura de Mesopotamia refleja con gran fidelidad el
rígido antagonismo de clases y las significativas diferencias de
fortuna que existían dentro de los distintos estratos sociales de
la clase dominante. Sólo podemos hablar de verdadera ar
quitectura en los casos de palacios, templos y otras construc
ciones de similar envergadura, que servían para fines públicos
(como por ejemplo murallas, carreteras, conducciones de agua
para riego y acueductos, canalizaciones, etc.). También puede
emplearse el término de arquitectura al referirse a las casas ur
banas «burguesas». Pero las casas y cabañas] normales, hechas
con cañas y esteras, río pueden relacionarse con un arte de la
construcción.
En el apartado anterior hemos hablado ya sobre el material