dioses en el que se encuentran aún vestigios de animismo. Las
fuerzas elementales de la naturaleza, tanto las benefactoras co
mo las destructoras, fueron personificadas y elevadas a la
categoría de dioses. Los sumerios conocían en el tercer milenio
cientos de dioses. De todos ellos, la tríada formada por An
—dios del cielo— , Enlil —dios de la tierra— y Enki —dios del
agua— adquirió la supremacía en el panteón sumerio. El cuar
to lugar le estaba reservado a la diosa Ninkhursag, la madre de
todas las criaturas vivientes. Se hablaba también de dos gran
des grupos de dioses: Anunnaki (dioses de la tierra y del cielo)
e Igigi (dioses de los infiernos). También aquí se aprecian vesti
gios del primitivo animismo. Las diversas ciudades mesopotá-
micas tenían sus dioses protectores. Algunas deidades cayeron
en el olvido con el curso del tiempo, mientras que otras, por el
contrario, adquirieron una posición predominante, al aumen
tar el poder político de las ciudades en las que eran veneradas.
Formalmente, las concepciones religiosas, en sus manifesta
ciones externas, se han mostrado siempre muy conservadoras,
por ejemplo las oraciones que continuaron vigentes desde la III
dinastía de Ur hasta la época tardía babilónica. Los objetos li
túrgicos; tampoco sufrieron cambios importantes en este
período| que duró casi dos mil años.
LOS PRINCIPALES DIOSES Y SU FUNCION SOCIAL
Con ^a evolución hacia una ordenación esclavista y con la di
ferenciación en clases de la población, el panteón mesopotámi-
co cumplió determinadas funciones sociales. Enlil, cuyo cuitó
estaba cjoncentrado principalmente en Nippur, era el dios que
decidía sobre el destino humano. Se le consideraba una deidad
benefactora y se le atribuía la creación de las más importantes
fuerzas generativas del cosmos, la fundación de las ciudades, la
creación de las plantas y el descubrimiento de la azada y del
arado. Á pesar de ello, a veces pasaba por ser un dios cruel ya
que, por ejemplo, no impidió la destrucción de Ur. El dios del
agua era Enki (en acadio, Ea),, vocablo que ha sido reciente
mente atribuido a la llamada población Ubaid de Mesopotamia
(véase pág. 33). Este papel de dios de las aguas se debe a que se
le consideraba el dios de la sabiduría, pues los benefactores
efectos del agua eran sobradamente conocidos. Se creía tam
bién que era el creador de la artesanía, de la escritura y de las
ciencias y que había dado a los hombres estas elementales ad
quisiciones culturales. Hoy se le considera como la más antigua
deidad sumeria que nos es conocida, porque su nombre apare
ce ya en los documentos arcaicos de Uruk, Shuruppak y otras
ciudades sumerias.
An (en acadio Anu) aparece en primer lugar en las listas de