sentante del poder sacerdotal. El templo formaba, pues, junto
con el palacio, un único centro político, económico y cultural
para toda la zona urbana. En la época sumeria' existieron
períodos en los que se produjeron divergencias entre el palacio
y el templo (por ejemplo, la secularización de.los bienes del
templo durante el gobierno de Lugalanda (véase cap. VI). El
carácter teocrático de la administración estatal finalizó durante
la época de la I dinastía babilónica. Una de las principales re
formas de Hammurabi fue la separación de templo y palacio.
No se trató de un ataque a la posición de la clase sacerdotal, si
no de la transferencia de la administración pública y de la ju
risprudencia a seglares y limitación de las atribuciones de la cla
se sacerdotal en el terreno del templo y del culto. Por lo demás,
la situación económica del templo no resultó afectada, Precisa
mente esta situación económica, casi inamovible, de los
templos babilónicos —más tarde también de los asirios— y su
influencia en la educación y formación de los miembros de las
capas dirigentes motivaron el que la clase sacerdotal no per
diera del toldo su poder político. Si alguien se oponía a la clase
sacerdotal, era dejado de lado mediante una coalición organi
zada por lds sacerdotes, dentro o fuera del país, como puede
verse claramente en los ejemplos de Senaquerib y del último
rey babilonio, Nabónido (véase cap. III).
Tampoco debe olvidarse la gran influencia que la clase sacer
dotal ejercíá sobre las grandes masas de la población mediante
ritos, augurios, conjuros y predicciones. Con la ayuda de todas
estas actividades, los sacerdotes influían conscientemente sobre
el mundo ideológico del hombre de entonces, poco experi
mentado aún, que debía permanecer en la creencia del origen
metafísico e inescrutable del poder sacerdotal y del poder real.
La población tenía que considerar a los sacerdotes y al rey como
mediadores^ entre los hombres y los dioses y como los ejecutores
de la voluntad divina. Así, los máximos representantes de la
clase dominante, hicieron de las Concepciones religiosas un ar
ma ideológica, cada vez más efectiva, con ayuda de la cual
mantenían a la población atemorizada y en un sentimiento de
impotencia. En el plano exterior, esto se manifestó en la cons
trucción de templos en forma de torres escalonadas (zigurats).
El escalón más alto sólo era accesible a aquéllos que estaban
autorizados a interpretar la «voluntadle los dioses». El pueblo,
que permanecía al pie del zigürat, debía adquirir la impresión
de estar cerca del mundo de los dioses y de poder incluso
hablar con ellos (compárese con el Moisés del Antiguo Testa
mento, qué habla con su dios en lo alto de la montaña del ;
Sinaí).
Los sacerdotes mesopotámicos formaban pues una clase so-:~
cial jerárquica ordenada y cerrada, cuyos miembros estaban?
corporados! en los templos urbanos. Vivían también en élj
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