templo o en sus inmediaciones. La palabra sumeria para desig
nar a los sacerdotes era sanga (en acadio shangu). Entre los sa
cerdotes existían diversos rangos, asociados a distintas preben
das. A la cabeza encontramos al en, esto es, «señor», cuya
entronización constituía a veces u n acontecimiento de tal im
portancia que servía para fechar la época. En su templo el en
era el máximo suplicante y portador de ofrendas. Fuera del
templó se ocupaba de las sinecuras de éste (que tenían su ori
gen en los bienes inmuebles, ofrendas y sacrificios). El sanga-
makh poseía una dignidad algo inferior. El urigallu, igualmen
te u n sacerdote, que en la escala jerárquica de algunos templos
sumerios ocupaba el lugar inmediato al del sumo sacerdote,
adquirió una especial importancia. Desde la época de Hammu
rabi hallamos nuevos dignatarios del templo: los llamados érib
biti, es decir, «los que entran en la casa» (de dios), que podían
penetrar en los recintos del templo que no eran accesibles al
pueblo común. Fueron encargados de diversas funciones por la
administración del templo. Por ejemplo, en las procesiones fes
tivas, eran los portadores de las estatuas de los dioses. Se ocu
paban, también de controlar la economía del templo y realiza
ban la importante labor de informar al rey sobre diversos asun
tos que acontecían con ocasión del servicio del templo. En los
templos asirios, esta lahor, a la que iban asociadas ricas sinecu
ras, la realizaban los dignatarios.llamados ummanu. Junto a es
tos, conocemos también toda una serie de funcionarios de me
nor categoría: los comunes portadores de ofrendas, los in
terpretadores de sueños, los conjuradores, los adivinos, los
chantres, etc.vHabía también en los templos empleados secula
res, que estaban encargados de realizar diversas tareas técnico-
administrativas y relativas a la economía (véase cap. VI).
No carece de interés el hecho de que en los templos mesopo
támicos hubiera también sacerdotisas junto a los sacerdotes.
Normalmente, éstas vivían en edificios situados en las cercanías
del templo, que pueden considerarse muy bien como prototi
pos dé los claustros medievales. Sin embargo, algunas de ellas
habitaban fuera del «claustro». Entre las sacerdotisas —al igual
que entre los sacerdotes— pueden distinguirse diversos rangos
o categorías. La suprema sacerdotisa (en sümerio nindingirra y
en acadio entu) estaba obligada a no tener hijos, aunque podía
contraer matrimonio. También la naditu, cuya categoría era al
go inferior, tenía las mismas obligaciones. Estas sacerdotisas
podían poner a disposición de sus esposos —si es que éstos
querían tener hijos— a una sacerdotisa de rango común (shugi*
tu) o a una esclava, considerándose como hijos legítimos a los
nacidos de estas uniones. Algunas de las sacerdotisas de rango
inferior estaban también encargadas de la prostitución en el
templó. Les estaba permitido contraer matrimonio y llevar ve
lo.
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