mesopotámicas formaban parte también los maestros de dibu
jo y —por supuesto, excepto en la época en la que ya no se
hablaba sumerio— de lengua sumeria. Existía personal docen
te responsable de la regular asistencia de los escolares, así como
los vigilantes «con el látigo», cuya labor era mantener la dis
ciplina escolar.
Se ha conservado una redacción de principios del segundo
milenio antes de nuestra era, que describe en forma muy plás
tica el destino de un escolar sumerio. Esta redacción, cuyo texto
está distribuido en varios fragmentos de tablillas, fue publica
da por el sumeriólogo americano S. N. Kramer al incluirla en
su famosa obra «La historia empieza en Sumer», este texto se ha
hecho accesible a un gran número de lectores. El autor de esta
redacción sumeria, lo mismo que los de la mayor parte de las
obras literarias sumerias, nos es desconocido. Se trata evidente
mente de un acreditado escriba, de un maestro de la escuela
sumeria. La disertación estaba ya muy extendida en la época
antigua y de ella se han encontrado diversas copias. Veamos
ahora la parte del texto que nos describe la mayor parte de las
vivencias del escolar sumerio:
—«Alumno, ¿dónde has ido desde los primeros días?»
— «Fui a la escuela».
— <(¿ Qu¿ has hecho en la escuela?».
— ¿Recité m i tablilla, comí m i comida, preparé m i tablilla,
la escribí, la terminé. Después me indicaron m i recitación y,
por la tarde, un ejercicio de escritura. Cuando acabó la clase,
fu i a casa, entré en ella y allí estaba m i padre sentado. Le hablé
de m i ejercicio de escritura, le recité m i tablilla y m i padre
quedó muy contento... Cuando me desperté por la mañana
temprano, le dije a m i madre: "Dame m i comida, quiero ir a
la escuela1'. Mi madre me dio dos panecillos y me puse en ca
mino. En la escuela, el vigilante de la clase, me dijo: “¿Por
qué llegas tan tarde?". Asustado, y palpitándome el corazón,
me presenté ante m i maestro y le hice una respetuosa reveren
cian.
El alumno no tuvo un día feliz en la escuela y el maestro le
dijo:
— «Tu escritura no es satisfactoria»,
tras lo cual le castigó. Ya en su casa, el alumno propuso a su
padre que invitara al maestro para predisponerle favorable
mente mediante regalos. El padre estuvo de acuerdo, el ma
estro fu e invitado y se le hizo venir de la escuela. Ya en la casa
le hicieron sentarse en el sitio de honor. El escolar le sirvió y le
asistió a la mesa y contó a su padre cuanto había aprendido en
el arte de escribir sobre tablillas. El padre vistió al maestro con
un traje nuevo, le ofreció un obsequio y le colocó un anillo en
el dedo. El maestro se mostró muy conmovido por todo esto y
reconfortó al escolar:
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