Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

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esclavo (si sufría un ataque de epilepsia en un plazo de tiempo
determinado, por ejemplo).
La profesión de las comadronas era también una de las más
antiguas en la historia cultural de Mesopotamia. La comadrona
aparece ya en los himnos, leyendas y augurios paleosumerios.
En uno de los mitos babilonios sobre la creación de los
hombres se cuenta que los dioses llamaron a la «sabia» diosa
Mami para que les prestase su ayuda como comadrona. La
expresión sumeria que designa a la comadrona, sáb — zu, sig­
nifica simplemente la persona que conoce el seno materno. Al
igual que el médico, la comadrona no se limitaba a adquirir co­
nocimientos especiales de ginecología, sino que aprendía tam­
bién rituales mágicos y conjuros. En la sociedad mesopotámica,
la comadrona gozaba de gran consideración. A su profesión se
le atribuía en cierto modo carácter oficial, ya que podía confir­
mar algunos detalles que en nuestros días se inscriben en los re­
gistros civiles.
Existen obras referentes a la medicina de época casita y,
sobre todo, de la época neoasiria. Se conocen también los
nombres de algunos médicos —de época sumeria— que
ejercían su actividad en palacio. Por ejemplo, el médico perso­
nal del rey sumerio Urningirsu de Lagash (hacia el año 2.000 a.
de C.), que se llamaba Ur-lugal-edinna. Una de las más impor­
tantes obras sobre medicina que se han conservado data de la
época casita y fue escrita en 40 tablillas divididas en cinco par­
tes. Especialmente interesante resulta una de las partes, carac­
terizada por poseer algunos rasgos sistemáticos, que pueden
considerarse modernos, ya que diferencia entre sintómatolo-
gía, etiología, diagnóstico y prognosis. En esta parte se püede
leer, por ejemplo: «SÍ el enfermo está cubierto por un brote ro­
jo y su cuerpo comienza a ponerse negro, ha enfermado por ha­
ber mantenido comercio sexual con alguna mujer; lo que suce­
de es que el dios Sin le ha tocado con su mano; este hombre sa­
nará». De las 31 instrucciones mencionadas para el tratamiento
de la ictericia, citaremos aquélla que, haciendo una prognosis
de tipo negativo, dice textualmente: «SÍ alguien sufre una icte­
ricia grave, si su cabeza, su cara, la raíz de su lengua y todo su
cuerpo se han puesto negros, el médico no debe tocar al enfer­
mo. Este hombre morirá, no sanará». De la época neoasiria se
nos ha conservado un manual cuyo autor se llama Nabu-le’u.
La obra está escrita en tres columnas; en la primera están indi­
cadas las plantas y en la segunda las enfermedades para cuya
curación se utilizan estas plantas, la tercera columna incluye
una receta del fármaco correspondiente.
Se conocen también algunos manuales sobre especialidades
médicas: por ejemplo, sobre enfermedades de los ojos, oídos e
hígado; sobre dolencias de las vías respiratorias, del recto (he­
morroides), y también manuales ginecológicos. Al parecer, la

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