Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

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vecino o le ofende con insultos, o quien entrega el pobre al ri­
co, es un malvado.»


En las obras acadias de este tipo resulta especialmente no­
table el consejo que Utanapishtim, el héroe de la saga del dilu­
vio, da a sus hijos. Es/en cierto modo, un código moral, expre­
sado en forma lírica. Se recomienda principalmente el respeto
a los dioses, la vida humilde y las ofrendas a los dioses. Aquí se
manifiesta nuevamente la influencia de la clase sacerdotal.
De este grupo de la literatura mesopotámica forman parte
también los refranes, compilados ya en series en la época sume­
ria. Muchos de ellos se refieren a períodos más antiguos, por lo
que su interpretación no siempre resulta fácil. Poseen no obs­
tante un extraordinario valor para poder enjuiciar la situación
socioeconómica bajo la que se formaron. Ofrecemos a conti­
nuación una pequeña muestra de estos refranes:


«Para el pobre es mejor morir que seguir con vida. Si tiene
pan, le falta laisal; si tiene sal, le falta el pan. Si tiene carne, le
faltará el cordero y, si tiene el cordero, le faltará la carne.»


Similares son también los refranes babilonios o asirios: «El
hombre rico vive del precio de sus rentas, el hombre pobre, del
precio de sus hijos» (es decir, del precio de aquéllos que tu ­
vieron que ser pendidos como esclavos por sus padres). Sin em­
bargo, también en los refranes se encuentran ecos de la
influencia de lja clase sacerdotal: «Reverencia a los dioses y ben­
dice al rey, pues conoces la fuerza de la ira divina.»
Entre los tratados «filosóficos», que se caracterizan por sú
contenido cogitativo y por el tono predominantemente pesi­
mista, merece] mención sobre todo uñ poema acadio del siglo
XII a. de C. Sé titula, según las palabras con las que comienza
Ludlul belnemeqi, «Quiero alabar al señor de la sabiduría». A
lo largo de unós 450 versos, un alto funcionario se queja de lo
cruel de su suerte, a pesar de ser inocente. El poema finaliza
con tonos conciliadores: el paciente es salvado por el dios Mar-
duk. Encontramos ya aquí motivos que fueron tratados más
tarde en el libro de Job.
Unos cuatro siglos más tarde, se escribió un poema análogo.
El poeta, del que, excepcionalmente, conocemos también el
nombre (Saggilklnam — ubbib), nos ofrece el diálogo que
mantiene un hombre desdichado con su amigo. A las ultrajan­
tes palabras del desdichado opone su amigo alusiones a la justi­
cia de los dioses. A diferencia del poema que se ha mencionado
anteriormente, éste no termina con la salvación del doliente. El
hombre se entrega a su destino y ruega a los dioses que le otor­
guen su perdón.
Debemos talmbién a las investigaciones de S. N. Kramer co­
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