Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

(alangleds1) #1

nica, se consideran hoy erróneas y están totalmente superadas.
Hay que ser precavidos al enjuiciar la expansiva influencia de la
i cultura mesopotámica, pues a menudo se sospecha su influen­
cia allí donde lo único que existe es una evolución originada
por condiciones socioeconómicas análogas. Por ello no pode­
mos admitir sin reservas que Moisés adoptara el Código de
| Hammurabi, aunque entre ambas legislaciones existan claras
analogías. Con igual reserva deben ser consideradas también
las distintas creaciones literarias. En el marco de las literaturas
' sumeria y acadia nos espera todavía una gran labor. Importa
sobre todo encontrar un criterio qué defina los límites entre
creaciones populares y obras puramente literarias.
Por su fuerza vital, la cultura mesopotámica ha sobrevivido a
todos los reinos del Oriente Antiguo, en los que se puso de ma-
nifiesto su influencia. Está reconocido hoy día que los
regímenes despóticos del Antiguo Oriente no disfrutaron nun-
¡ ca dé larga duración. Los despotismos sumerios, babilonios y
asirios sucumbieron al hallarse desmembrados en diversas tri­
bus y lenguas y no ser la población suficientemente fuerte para
poder soportar la carga impuesta por la política expansiva de
i los soberanos. Las contradicciones internas entre las capas más
altas de la clase dominante y las grandes masas, condenadas a
una creciente miseria, contribuyeron en forma decisiva al inevi­
table final de estos despotismos. Pero su legado cultural no de-
; sapareció por completo. Otras épocas y otros pueblos han bebi­
do de esta fuente y nuestra propia cultura contiene no pocas
huellas del mismo. De aquí la gran importancia de nuestros es­
tudios, consagrados a la minuciosa investigación de las socieda­
des que existieron en el Oriente Antiguo, entre las cuales la
mesopotámica fue, sin duda, una de las más importantes. Sin
un profundo conocimiento de esta época, apenas podríamos
comprender algunos aspectos de las creaciones contemporáneas
y de nuestra cultura, ya que el presente, conforme a las leyes,
es el resultado de la evolución del pasado.
No resulta fácil precisamente investigar y examinar los anti­
guos documentos, los escritos cuneiformes o los monumentos
‘ de la cultura material. Lo que dificulta esta labor es sobre todo
el gran número de documentos. Son cientos de miles las
tablillas de arcilla que han sido ya descubiertas. Gran parte de
ellas se conservan en las colecciones de los museos, esperando
ser investigadas. Y un número mayor aún de tablillas yacen en-
¡ terradas bajo arena y escombros. Nos hallamos todavía en la
primera fase de la investigación de la escritura cuneiforme y só-
' lo se ha superado el vacilante caminar a tientas en medio de las
mayores equivocaciones. Hace sólo unos decenios, se creía que
, el Código de Hammurabi era el más antiguo de la historia de la
i humanidad. Este título se le atribuye hoy día —en forma abso-
: hitamente provisional— al Código sumerio de Urnammu, que

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