parse de este problema en el año 1964. En aquel entonces, la
administración del museo nacional sirio de Aleppo había deci
dido permitir que se realizaran investigaciones arqueológicas
en el Tell situado junto a la localidad de Mardikh (a unos 70
km. al sur de Aleppo), del qué existían numerosas leyendas
sobre tesoros allí ocultos. Para este objetivo, que no era precisa
mente fácil de alcanzar, fueron invitados especialistas italianos.
Sobre esta colina, cuya superficie es de aproximadamente 56
Ha., comenzó Páolo Matthiae sus trabajos arqueológicos. Ha
continuado dirigiendo desde entonces las excavaciones del Tell
Mardikh. Un grupo estatal de especialistas trabaja bajo sus ór
denes. Entre ellos, los epigrafistas G. Pettinato (hasta 1978) y
A. Archi en la actualidad, realizan una importante función.
Durante las cuatro primeras campañas no pudo determinar
se qué antiguo asentamiento se hallaba oculto bajo el Tell Mar-
dlkh. Sólo en 1968 se encontró una estatua que representaba,
según su inscripción, al rey Ibbit-Lim de Ebla. Pero este hecho
era tan sólo un indicio, que al momento fue vivamente debati
do. Sólo cuando en 1974 se descubrió en el archivo de palacio
un pequeño ¡grupo de 44 documentos, a lo que siguió, en di
ciembre de 1975 , el trascendental hallazgo de dos archivos con
unas 15.000 ¡tablillas de arcilla y fragmentos, pudo fijarse sin
lugar a dudáis la identidad entre Tell Mardikh y Ebla.
El número de las tablillas encontradas era sorprendentemen
te elevado, y ¡ni siquiera los propios excavadores habían espera
do realizar un hallazgo semejante. No sólo por su cantidad, si
no también ]¿>or su calidad, esto es, por la importancia del con
tenido de los' documentos de diversos tipos, supera con mucho
los más importantes hallazgos realizados hasta ahora en territo
rio sirio, en los archivos reales de Mari (Tell Hariri) y Ugarit
(Ras Shamra). Esta circunstancia testimonia por sí misma la im
portancia delEbla durante el tercer milenio. En aquella época,
Ebla dominaba no sólo en la región sirio-palestina, que hasta
ahora se había creído que estaba sometida a la influencia de
Mari, sino en Anatolia y en la parte alta de Mesopotamia. No
es pues extraño que Ebla supiera imponer su influencia y que
—como indican los documentos allí encontrados— incluso Ak-
kad estuviera obligado a pagar tributo al rey Ebrum de Ebla.
También ciudades como Kanish, Karkemish, Harran y Mari se
encontraban1 bajo la soberanía de Ebla.
Ya en un primer examen de preselección de este inmenso
material escrito, pudieron encontrarse puntos de apoyo que
confirman la idea de que Ebla era el centro de un poderoso es
tado, idea que los sucesivos estudios de estas fuentes pondrán
en claro en todas sus líneas. La actitud de los primeros sobera
nos de Akkád hacia el reino de Ebla muestra claramente que
este reino estorbaba sus propias ambiciones de expansión, co
mo una potencia equiparable a Akkad. Y esto con tanta mayor
alangleds1
(alangleds1)
#1