nómico y político bajo el gobierno de Eannatum, que unificó
el país de Sumer. Emprendió victoriosas campañas guerreras
contra Elam, adjudicándose finalmente también el título de
rey de Kish. Sus victorias fueron eternizadas en el famoso re
lieve llamado «estela de los buitres» (véase lám. II). Especial
gravedad alcanzó el conflicto con la ciudad vecina de Umma, a
la que Eannatum puso fin mediante un acuerdo que pasa por
ser el más antiguo «tratado de paz» de la historia humana. Pero
la enemistad entre ambas ciudades renació bajo el gobierno de
Entemena (véase lám. XVIII), el sobrino de Eannatum. Ente-
mena intentó solucionar las dificultades económicas de su país
mediante moratorias y remisiones de deudas (véase cap. XII).
Más tarde, la clase sacerdotal, que había conseguido con
centrar en sus manos innumerables bienes (véase lám. III), tu¿
vo en Lagash gran influencia. Lugallanda, el penúltimo sobera
no de la dinastía de Lagash, se enfrentó a ese poder alcanzado
por la clase sacerdotal secularizando sus bienes. Durante su go
bierno creció el malestar administrativo en el país y aumenta
ron también los abusos de los funcionarios frente a la gran ma
sa de la población. Lugallanda perdió su trono —posiblemente
por instigación de la clase sacerdotal— y en su lugar se entroni
zó a Urukagina. Este soberano emprendió una reforma para
poner fin al malestar y a los abusos fiscales (véase cap. XII), pe
ro sus esfuerzos reformistas no fueron coronados por el éxito.
Lugalzagesi, rey de la rival Umma, acabó con su poder destru
yendo la ciudad de Lagash. Este rey conquistó también Uruk y
extendió su dominio hasta Akkad. Consiguió crear el primer
reino importante de Sumer y gobernar durante un cuarto de
siglo.
La APARICION DE LOS SEMITAS:
Sargon de Akkad y sus sucesores
Hacia el año 2350, las tribus semitas del norte, conducidas
por Sargón de Akkad, monopolizaron el poder en el sur de Me
sopotamia y pusieron fin al reinado sumerio de Lugalzagesi,
con lo que finaliza el período presargónico. Sargón subió al
trono como usurpador en la nueva capital fundada por él, Ak
kad, de la que ha recibido su sobrenombre, de Akkad, para di
ferenciarlo de su homónimo asirio, Sargón II. Con el nombre
que adoptó al subir al trono, Sargón, en acadio sharru + kénu,
que significa «el auténtico, legítimo rey» (véase fig. 5), preten
dió encubrir su oscuro origen (véase cap. VI). Al expansionar
su poder fundó el primer imperio semita, designándose a sí
mismo en despótica forma «rey de las cuatro zonas del univer
so». Entre sus sucesores, que gobernaron el país durante casi
dos siglos, destaca sobre todo Narámsín, el primer rey semita