de la historia de la humanidad (véase cap. XXII). Cientos de
miles de documentos dan fe del gran auge político y económi
co de esta época.
Bajo el último rey de esta dinastía, Ibbísín, se pusieron ya de
manifiesto, en forma inquietante, las diferencias entre sume
rios y semitas. Aumentó también la debilidad económica del
país, agotado por los continuos intentos expansionistas. Así,
Sumer fue víctima de los ataques concentrados de las tribus se
mitas del oeste y de los elamitas. Probablemente, el último rey
sumerio fue llevado a Elam como prisionero. La cruel destruc
ción de la capital sumeria proporcionó el tema de una extensa
lamentación que forma parte de las más notables creaciones de
la literatura sumeria (véase cap. XVI).
LA EPOCA PAI£OBABILONICA: HAMMURABI
A principios del II milenio antes de nuestra era se des
arrollan en Babilonia una serie de ciudades-estado. Entre és
tas, las más importantes fueron las ciudades de Isin, Larsa,
Eshunna, Mari y Babilonia. En esta última se estableció, hacia
el año 1830, Sumuabum, el jefe de la tribu amorrea que fundó
una dinastía, cuyo sexto miembro, Hammurabi, fue el rey más
importante de la historia oriental antigua (véase lám. VIII). La
larga duración de su gobierno— más de cuarenta años— le
permitió realizar grandes tareas, tanto en la políticaInterior co
mo en la exterior. Fue, por un lado, un hábil diplomático; por
otro, era despiadado ante cualquier tipo de resistencia y convir
tió en ruinas las ciudades enemigas. Se preocupó ante todo del
auge de su país y de la nueva metrópolis, Babilonia. Hizo cons
truir monumentales edificios y sis
temas de riego y con su famoso
Código, redactado en acadio (véa
se cap. XII), proporcionó al país
una firme administración y una
ordenación jurídica uniforme. En
el plan jurídico, Hammurabi res
tringió considerablemente el po
der de la clase sacerdotal. Sin em
bargo, tuvo también en cuenta las
concepciones religiosas de la ■
población y se señalo como el re- „ mri¡ M s¡s/0 xvrn «.
presentante y delegado de los dio- £ Altura, 20 cm. Museo de
ses, aunque no como soberano di- Alepo
vinizado.
La unificación del reino le ayudó también en su intento de
introducir en todo el país el culto a Marduk, al que convirtió en
el principal dios de su ciudad. Sus primeras conquistas fueron