Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

(alangleds1) #1

año 556 a. C., intentó conjurar este peligro. Proyectó el trasla­
do hacia el norte, a la ciudad de Kharrán, famosa por el cuito
al dios lunar, del centro de su reino. Se despreocupó pues de
Babilonia, delegando el poder en su hijo Bélsharusur (más co­
nocido como Baltasar). La clase sacerdotal babilónica recibió
con especial desagrado las reformas de Nabónido, ya que con
ellas perdían una parte considerable de sus anteriores ingresos
(por ejemplo, con la supresión de la fiesta babilónica del Año
Nuevo, considerada por toda la población como una de las más
importantes festividades del país. Sobre esto, véase cap. XI).
Los sacerdotes babilonios se decidieron por ello a conspirar con
Ciro II, el rey persa. Ni siquiera el retorno de Nabónido a Babi­
lonia y el restablecimiento de la festividad del Año Nuevo p u ­
dieron influir en la situación. El conocido relato del Antiguo
Testamento sobre la misteriosa inscripción en los muros de la
sala del trono del palacio de Nabónido en vísperas de la ca­
tástrofe nos ofrece un claro testimonio de la tensa situación.
Los persas se encontraban ya en territorio babilonio. A Nabóni­
do no le quedaba tiempo suficiente para organizar la defensa.
Los mismos sacerdotes abrieron las puertas de Babilonia, salu­
dando a Ciro como al libertador del país y como al rey de «Ba­
bilonia, Sumer y Akkad».


Babilonia bajo el dominio extranjero

El rey vencedor demostró poseer una gran inteligencia tácti­
ca y se comportó con prudencia en cuanto sé refería a Babilo­
nia, predominantemente semita. La unión a Persia de Babilo­
nia, como región autónoma, se realizó mediante la persona del
soberano común. Nabónido, que había sido hecho prisionero,
fue perdonado. Se mantuvo la tradición cultural y religiosa de
Babilonia. El acadio —a veces, incluso el sumerio— continuó
siendo la lengua empleada en los monumentos literarios y en
las transacciones comerciales y jurídicas. No obstante, en Babi­
lonia se instituyó como lengua oficial el arameo, que dos siglos
más tarde fue sustituido por el griego. A lbs judíos se les per­
mitió regresar a Jerusalén. La situación política de Babilonia só­
lo cambió con Jerjes I. Desde el año 482 a. de C., éste dejó de
llamarse «rey de Babilonia, Sumer y Akkad». Al mismo tiem­
po, abolió también el culto a Marduk, el principal dios babilo­
nio. Pero el acadio continuó siendo, durante tres siglos más, la
lengua de los monumentos literarios y de la liturgia (véase
cap. II).
Cuando, en el año 331 a. de C., entró Alejandro Magno en
Babilonia, encontró allí aún una gran tradición acadia, pero no
llegó a realizar su deseo de hacer de Babilonia la metrópolis de
su imperio. Su prematura muerte le alcanzó precisamente en
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