Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

(alangleds1) #1

bávaro H. Schiltberger y en el siglo XVI el médico suabio L.
Rauwolf. En el siglo XVII permaneció una larga temporada en
los países orientales el viajero y comerciante italiano Pietro
della Valle, que trajo consigo a Europa algunos ladrillos ador­
nados con signos cuneiformes. En la segunda mitad del siglo
XVIII, el erudito danés Carsten Niebuhr emprendió el primer
viaje al que se le pueden atribuir ya fines científicos. Visitó
Arabia, Mesopotamia y Persia, donde copió, en Persépolis, las
inscripciones de los reyes persas. Estas inscripciones fueron en
gran medida la base para la interpretación de los textos cu­
neiformes (véase cap. V).
La investigación arqueológica de Mesopotamia propiamente
dicha sólo comenzó en la primera mitad del siglo XIX. La
arqueología estaba entonces en sus primeros comienzos y la
preparación técnica era muy primitiva. Los arqueólogos se
vieron afectados por la malaria y otras enfermedades similares y
tuvieron primero que adquirir experiencia. Los impedimentos
que encontraron en su camino, no sólo por parte de la natura­
leza, sino también por la incomprensión de la población
indígena unida a la desconfianza de las autoridades locales,
fueron a veces insoportables. También los métodos empleados
en las primeras excavaciones eran primitivos: se abrían galerías
buscando tan solo «piezas de museo» verdaderamente sensa­
cionales, tales como relieves, estatuas, armas, utillajes, joyas,
etc. Y así destruyeron irreparablemente muchos objetos. Las
tablillas de arcilla no atraían en absoluto a los primeros excava­
dores. Fueron desechadas como si se tratara de inútiles cascajos.
El método estratigráfico, que va poniendo al descubrimiento
pacientemente un estrato tras otro, investigándolos sistemáti­
camente, era aún del todo desconocido para estos excavadores.
En el año 1842, el entonces cónsul francés de Mósul, P. E.
Botta, descubrió en un lugar llamado KUjunjik —precisamen­
te enfrente de su residencia, en la otra orilla del Tigris— las
ruinas de Nínive. La investigación que llevó a cabo de estas
minas no aportó grandes resultados. Tuvo más suerte en Khor­
sabad, donde descubrió los restos del imponente palacio de
Sargón II en su primera residencia, Dur Sharrukin. Las estatuas
y relieves encontrados aquí fueron los primeros objetos asirios
que adornaron el Louvre en París.
Tres años más tarde, el investigador inglés A. H. Layard des­
cubrió otra residencia de los reyes asirios: Kalkhu (hoy
Nimrud). Aquí encontró los restos del palacio real, cuyos m u­
ros estaban adornados con relieves. Las puertas del palacio se
hallaban custodiadas por colosales leones o toros con cabezas
humanas (véase lám. XIV y XV). Este mismo investigador tuvo
también éxito en el descubrimiento de otra metrópolis asiria,
concretamente Asur, cuyas huellas encontró en las cercanías de
la localidad de Qal’at Sherqát.

Free download pdf