Sociedad Y Cultura En La Antigua Mesopotamia - Klima Josef

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situada en la parte norte (véase lám'. XXII). A través de esta
puerta se llegaba a la famosa Vía de las Procesiones, de 16 m.
de anchura y más de 500 m. de largo (véase lám. XXIII), por la
que pasaban las procesiones que se dirigían al templo de Mar­
duk, llamado Esagila («casa que levanta la cabeza»), y a la torre
escalonada que se elevaba con sus siete terrazas a noventa
metros de altura en las cercanías del templo de Marduk. El
nombre de esta torre era E-temen-anki, «casa que forma la base
del cielo y la tierra». Entre las más notables construcciones de la
tierra hay que contar sin duda alguna al palacio de Nabukad-
nezar II, con su fastuosa sala del trono y sus «jardines colgan­
tes»» una de las siete maravillas del mundo antiguo.
El Museo del Cercano Oriente en Berlín ofrece una magistral
reconstrucción de la puerta de Ishtar, de la Vía de las Proce­
siones y de una parte de la sala del trono de Nebukadnezar II.
El visitante puede formarse úna clara idea del efecto que el ful­
gor bajo el sol de los esmaltados azulejos de colores, ornamen­
tados con flores, leones, dragones y toros, tenía que producir
sobre los hombres babilonios. El gobierno iraquí ha realizado
recientemente una fiel reconstrucción de la puerta de Ishtar en
Babilonia. El historiador griego Herodoto deja traslucir en sus
descripciones su entusiasmo por la impresionante arquitectura
de Babilonia, aun cuando en su época había comenzado ya la
paulatina decadencia de esta ciudad. Pero sus descripciones no
siempre son acertadas, ya que a veces incluso exagera.
Babilonia tenía su propia «guía» en escritura cuneiforme, de
la que se hicieron sucesivas ediciones. La más antigua de estas
ediciones es la de la biblioteca de Asurbanipal en Nínive y la
más reciente es ya de época helenista. Las indicaciones que da
esta guía sorprenden por su exactitud y exhaustividad. Lo úni­
co que no indican es el número exacto de habitantes de Babilo­
nia. Por su extensión espacial y por su importancia política,
económica y cultural, puede deducirse que Babilonia contaba
con más de cien mil habitantes todavía en la época en que ya sé
había apagado su poder político. El hecho de que Alejandro
Magno quisiera trasladar el centro de su imperio a Babilonia
atestigua la incomparable situación de esta ciudad en la anti­
güedad.
Tampoco la investigación de las ruinas de Asur aportó los re­
sultados que habrían podido esperarse de los esfuerzos y los
gastos que supusieron las excavaciones. Las primeras, realizadas
a mitad del siglo pasado, no fueron sistemáticas. A. H. Layard
y H. Rassam encontraron en aquel entonces una estatua del rey
asírio Salmanasar III, que fue la primera estatua asiría que se
descubrió en Mesopotamia. Entre los primeros hallazgos se.
cuenta igualmente el prisma octogonal de Tigíatpileser I; cuyo
texto resultó decisivo a la hora de confirmar lo acertado del desr.
ciframiento de la escritura cuneiforme (véase cap. V) La So-.n

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