cargos de considerable importancia. La tarea de éstos tenía el
mismo prestigio en todo el Oriente Próximo. Su especial edu
cación y sus estudios guardaban relación con la reglamentación
de la instrucción pública en Mesopotamia (véase cap. XV).
La escritura cuneiforme
El descubrimiento de la escritura cuneiforme se atribuye ge
neralmente a los sumerios y está considerada como su mayor
aportación a la cultura humana. Los mismos sumerios
—sugestionados por sus concepciones religiosas— atribuyeron
el descubrimiento de la escritura a sus dioses, como muestran
claramente diversos mitos sumerios. Pero, al mismo tiempo,
esto atestigua lá gran importancia que los propios sumerios
concedían a la escritura. Por supuesto, la escritura cuneiforme
no se creó de golpe. En un principio, eran más bien dibujos, de
cuadros trazados con líneas rectas o curvas. Por ello, se habla de
escritura pictográfica o lineal (véase fig. 20).
De esta forma los sumerios
hicieron süs primeras anota
ciones sobre su economía y sus
cuentas; Las tablillas servían
para conservar determinadas
indicaciones (como un prece
dente de nuestra agenda) o co*
mo prueba del cumplimiento
de diversos acuerdos económi
cos. Precisamente en esto radi
ca su esencial diferencia con las
inscripciones jeroglíficas egip
cias más antiguas. Mientras que
en un principio los egipcios
eternizaron los hechos de sus
héroes y de sus reyes, los sume
rios, en sus primeros monu
mentos escritos, expresan más
bien sus relaciones con las necesidades vitales, sin pensar ape
nas en realizar pomposas inscripciones históricas.
En el momento en que los escribas ya no dibujaron más en el
barro con sü buril distintas combinaciones de imágenes, co
menzando a grabar signos, que parecen cuñas, con el extremo
inferior de una caña aguzada en forma triangular, se originó la
escritura cuneiforme. Los signos básicos de esta escritura son las
cuñas verticales, las horizontales, las inclinadas y el llamado
componedor:
Fig. 20. Tablilla de barro de la
época sumeria antigua, con dibujos
pictográficos. Encontrada por V.
Scheil en el sur de Babilonia.
Louvre, París