33 EL SONIDO DEL SILENCIO
Para un filósofo, es como si el silencio tuviera sonido, porque es
en el preciso momento de producirse el silencio cuando dentro de
su mente comienza el sonido de la meditación, porque cuando el
filósofo comienza a meditar se abren ante sí todos los secretos del
universo y este puede disfrutar descubriendo todo aquello que
ningún hombre ha visto antes que él. En realidad, un filósofo solo
es un descubridor de aquello que la naturaleza ya tenía previsto,
porque los descubrimientos tecnológicos o biológicos de la
humanidad solo son la consecuencia de aplicar las leyes que la
naturaleza creó hace millones de años y que después
evolucionaron desarrollando los primeros átomos y las leyes de la
gravedad. Por lo tanto, el trabajo de un filósofo o también de un
inventor, consiste en descubrir ese posible futuro y convertirlo en
presente para el resto de sus congéneres. No pretendo afirmar con
esto que todo está determinado desde el pasado, pero lo que ahora
creamos, está condicionado en gran medida por esas leyes físicas
que ya existen desde mucho tiempo atrás. Es como si todo el
progreso formase parte de un plan, en el que solo necesitamos
deducir aquello que nos hace falta para progresar, nosotros
participamos en ese progreso, pero solo ponemos la parte final
que le hace falta para estar completo. Un filósofo, es un viajero de
la mente y también un descubridor del futuro, pero, cuando digo
“filósofo” no me refiero a quienes se califican como tales, porque
esta capacidad para ver entre las apariencias solo la tienen
aquellos pocos que tienen la inteligencia, la intuición y el tiempo
necesario para poder dedicarse a ello casi por completo, porque es
evidente que la profundidad de una reflexión filosófica es
proporcional al grado de concentración que se pueda conseguir.
Además, lo que se define como intuición, seguramente se deriva
del conocimiento que poseen los espíritus más evolucionados y
que se filtra poco a poco hasta nuestra mente humana inferior.