Harlon sabía qué debía hacer: fingir que no lo conocía, fingir que no se sentía
avergonzado. Miró a Cherry, que parecía divertirse enormemente con la escena.
«Se encuentra en una de esas etapas difíciles de la vida».
—¿Quién es el siguiente?
Los siguientes fueron tres agentes de la Policía Municipal de Jouleburg. Se
llevaron por la fuerza a Gorgos Cracksey, que no dejaba de patalear y de proferir
improperios. Su hermano menor, Stevn, permanecía impasible.
Entonces, ocurrió lo imposible, pero las cosas imposibles son posibles en los
sueños. El rostro de Gorgos se desfiguró en una mueca horrenda, pero esa mueca
duró un segundo. Después... se derritió. El líquido en el que se habían convertido
todos sus músculos ebulló, dejando poco más que huesos carbonizados y prendas
de vestir.
Gorgos había sido el primero. Lo mismo ocurrió con Stevn, con Cordolç, con
todos los presentes en la sala. Incluso con la joven Cherissa. Harlon se vio rodeado
de cadáveres pero, extrañamente, no se sentía horrorizado. Quizá por la fase del
sueño en que se encontraba, era consciente de que se trataba de una ensoñación, de
esa ensoñación que había vivido tantas veces con tantas variaciones. Esta variación,
ahora bien, era particularmente macabra. Solo hay una cosa peor que ver cómo un
cuerpo vivo se convierte en huesos: ver cómo unos huesos toman vida.
Instintivamente, redirigió su mirada al cadáver de Brunswick.
Despertó.
Y despertar con tu propia voz es algo muy poco habitual.
Era el propio Harlon quien hablaba, sin duda, pero... ¿cómo? ¡Si estaba
dormido! Antes de ser detective de éxito, había valorado diversas opciones
profesionales realistas: ser cantante de éxito, ser locutor radiofónico de éxito y ser
speaker de éxito en el estadio de un club de éxito. Había grabado su propia voz y
era capaz de reconocerla.
—¡Señor Rudepsis, usted es el asesino! —dijo aquella voz que tenía el mismo
timbre, el mismo tono y el mismo acento que la suya.
Era una sensación incómoda.
Enfrente, un anciano con un cierto rubor en la piel luchaba por mantenerse en
pie. Respiraba fuerte y dificultosamente. Era flaco y bajo, y parecía capaz de