ENQNQLAB

(rjguadog) #1

con más colores que los que cabría esperar en un arma de fuego y con atomizadores
en el lugar que correspondería al gatillo.
El fortachón calvo y su menudo colega surgieron de entre la multitud y
reclamaron sus pertenencias.
—Entonces, no habéis vaciado la energía almacenada en los capacitores, ¿no?
—quiso saber el corpulento matón.
Melibia negó con la cabeza.
—Creía que nos quedaríamos cortos de energía y no quería desmontar unos
equipos tan raros y únicos como los vuestros. Entonces me llegó la batería de un
ventilador médico portátil. ¡Es una suerte que el usuario de ese ventilador tuviera
una batería de repuesto!
Harlon carraspeó y se rascó la nuca, como si la cosa no fuera con él. Las
miradas de la gente, y especialmente la de Melibia, se centraron en el hombre que
yacía en el suelo, con un color casi morado de cuello para arriba, debatiéndose entre
la vida y la muerte.
Asfixiándose.
—No... no tenía una batería de repuesto, ¿verdad? —temió la joven.


El detective durmiente había resultado ser un fraude. Sentimiento de
culpabilidad, decía. Y Roberto, desde arriba, intentaba consolarse a sí mismo. «Lo
has hecho muy bien, Roberto, muy bien. ¿Quién iba a pensar que el buen hombre
se ponía rojo y azul por falta de aire? ¿Quién iba a pensar que se asfixiaba por
haberle quitado por la fuerza el ventilador portátil?»


Así, Roberto se sintió satisfecho, Harlon volvió a sentir que era un fracasado,
Melibia se planteó qué procesos anatómicos habían llevado a Rudepsis a ese estado,
Ana intuyó que Roberto tenía la culpa de todo. ¡Todo en orden!
Mediante técnicas de primeros auxilios, los presentes intentaron reanimar al
señor Rudepsis. ¡Pobre anciano! El tren tardó poco en quedarse definitivamente
parado, de todas formas, y los viajeros recordaron que tenían cosas más importantes
de las que ocuparse.
Habían llegado a la Estación de Brackett. ¡Jouleburg!
—Detective durmiente... ¡Vaya tontería! —exclamó con desprecio uno de los
pasajeros al bajarse del tren.

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