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(rjguadog) #1
Aún era demasiado pronto para que Harlon relacionara hechos e ideas.
Se bajaron del tren, observando una estación mucho más grande que la que
había en Hertzig En efecto, dado que la amplitud del intervalo de confianza del
punto de aparición del tren era mayor, el edificio había de ser más grande. Además,
así se evitaban tener que moverlo tan a menudo.

Nuestros amigos no lo habían pasado muy bien durante el viaje, pero dejaron
que las magníficas imitaciones de Roberto entretuviesen sus almas mientras salían
del enorme edificio:
—Y la culpa de todo esto es de Felipe González.
—¡Carrascal! —adivinó Ana, entre risas. Se trataba de un presentador de la
televisión del mundo exterior—. ¡Qué voz tan característica!
Posteriormente, Roberto imitó una voz que ya tenía dominada.
—Disculpe, señorita... La he visto desde lejos y no he podido evitar fijarme en
su...
«¡No!», sonó dentro de la cabeza de Harlon.
El detective se quedó extremadamente pálido. De nuevo, su mente fue visitada
por recuerdos de su infancia y adolescencia, cuando visualizaba una serie llamada
Detective Canon^22. La serie estaba protagonizada por un niño muy listo. Fuera
donde fuera, siempre acompañando a un detective adulto que se encargaba de él,
había asesinatos, por lo que Harlon, cuando era niño y comenzaba el programa,
solía pensar: «Por favor, por favor, que este chaval del demonio se quede en casa
jugando a las cartas, para que no muera nadie».
Si al menos el desenlace hubiera sido el mismo...
«Voy a matar a este niño».

(^)
(^22) Creo que esa serie guarda cierto parecido con alguna obra de Gosho Aoyama en nuestro mundo

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