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(rjguadog) #1

poner fin unilateralmente a esa relación tóxica. Se acercó con la cabeza alzada y
paso firme a la habitación de Cherissa en el Palacio de Vanadio. Llamó a la puerta
con decisión y fuerza, sabiéndose capaz de enfrentarse a ese monstruo.
Antes de que ella abriera la puerta, deslizó una nota por debajo y se dio la
fuga.


Así, Harlon vivió desde los diecinueve hasta los veintiocho años con el hombre
que había sido su padre hasta que resultó que no lo había sido. Un padre moderno,
tolerante y permisivo, de los que facilitan la cama grande a su hijo y a su ligue
nocturno con la única condición de que no tapen las cámaras previamente
instaladas.
El ahora detective olvidó muchas enseñanzas de Gorgos. Pero las últimas
palabras, las que intentaba olvidar desde que partió hacia Hertzig con su moto,
permanecerían en su memoria hasta que sufriera alguna enfermedad degenerativa.
Hijo mío... Voy a morirme por causas extrañas que no voy a explicar, por
eso de mantener el misterio. Pero, antes de que me muera, hay tres cosas que te
quiero decir. La primera es que el monstruo del río Chromel existe. La segunda es
que no eres hijo mío. La tercera es que nunca seas detective privado.
Harlon recibió un fortísimo choque emocional, como sucede siempre que se
viola alguna de las asunciones fundamentales sobre las que construimos nuestra
identidad o sobre las que, si tenemos suerte, nos la construyen.
¿Cómo? ¡Explícate, papá, por favor!
Pues es que es una profesión horrible— replicó Gorgos.
—No, eso no. Lo de que no soy hijo tuyo— precisó el futuro detective privado.
Al parecer, Gorgos y el padre de Harlon habían mantenido una relación muy
cercana, al menos antes de la muerte de este último, pero no lo suficientemente
cercana para ser la misma persona.
—Él confió en mí tu vida; ¡hasta me hizo prometer que no te sacrificaría
usándote como cebo para el monstruo del río Chromel! En cuanto a tu madre...
Tenías una carta suya en el carrito. Se me cayó al agua mientras intentaba pescar,
pero me acuerdo a la perfección de todo el texto, con la única excepción de la firma.
Decía: «Cuando puedas leer esta carta, yo ya no viviré para ver cómo creces, cómo
se caen tus primeros dientecitos de leche, cómo recitas poemas de Hoelderlein para

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