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(rjguadog) #1

Eso cuadraba más en los esquemas mentales de la ministra. Él no era el tipo de
persona que se preocupara por asuntos existenciales o de identidad personal. Y es
que el breve noviazgo que mantuvieron él y Cherry lo había cambiado para siempre.
Desde entonces, Harlon se había cerrado al amor, limitándose a hacer intentos
insistentes, duraderos y constantes de relaciones sexuales breves, rápidas y
esporádicas.


—Veamos si lo he entendido —comenzó a decir Stevn Cracksey—. Harlon, tú
has venido hasta el Palacio de Vanadio buscando algo que en este edificio queda
excelentemente escondido. Quieres la verdad, ¡nada menos!
La intuición del gobernante recibió el asentimiento de su sobrino. Sí, Harlon
anhelaba conocer la verdad sobre su padre. Nadie podía esperar, claro está, que la
verdad fuese gratis. El sobrinísimo comenzó a articular su respuesta, pero Stevn
consideró que interrumpirle bruscamente era una muestra de cortesía.
—Entiendo que existe una razón por la que cada uno de vosotros está aquí.
Los visitantes compartieron miradas entre ellos, con el presidente, con la
ministra, con la primera dama, con el guardaespaldas y con los retratos en las
paredes. Al fin y al cabo, todo el mundo tiene sueños en la vida y espera que el
gobierno se los facilite.
—Yo quiero ir más allá de esta tostadora opresiva —exigió Melibia—. Quiero
ir al mundo exterior.
—Yo quiero empadronarme en este mundo —manifestó Ana con
entusiasmo—. En esta ciudad, ¿por qué no? Quiero acceso gratuito a sanidad y
educación de calidad, transporte público barato y respetuoso con el medio ambiente,
un trabajo digno y estable con un buen sueldo, una vivienda de doscientos metros
cuadrados...
—Yo quiero lo mismo que mi amiga —dijo Roberto—, pero sin el trabajo. He
oído que hay gente que se cansa con eso. Con lo del buen sueldo me vale.
Las peticiones se estrellaron contra un gesto de ultraje por parte de Cherissa,
ejecutado con tal maestría que hasta un niño con trastorno del aprendizaje no verbal
habría comprendido que los solicitantes habían sido poco solícitos. Solamente
Cracksey sabía que era fingido; que la única reacción natural que podía esperar de

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