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(rjguadog) #1

—Captó un ademán de incomodidad en el rostro del hombre—. Sí, en la del fletán
—improvisó.
—Debo confesar, señora, que al principio no tenía mayor intención que la de
enamorarla, formar una familia con ella y trabajar duro para salir adelante. Pero
cuando fui consciente de su fortuna, cuando vi esta casa, cuando supe la herencia
que iba a recibir cuando usted fallezca... me di cuenta de que andaba errado. Lo
que quiero es casarme con ella y vivir del cuento.
Doña Isabel acompañó su asentimiento con una sonrisa. Indicó que Lourdes
estaba duchándose y ofreció al pretendiente un café para hacer llevadera la espera.
—Odio el café —dijo él—. ¿No tendrá una cerveza?
—Sí, pero la cerveza oculta peor el sabor del veneno.
—¡Qué graciosa es usted, suegra! —Gutiérrez interpretó que ya había
confianza. Había empezado ella, ¿no?
—No sabes hasta qué punto, encanto.


Tomar parte en muchas disoluciones de cuerpos humanos en ácido sulfúrico
no iba a ser bueno para sus pulmones, pero Lourdes Soler confiaba en vivir muchos
años más si la parte que tomaba no era la del cuerpo a disolver. Nunca lo había sido.
Si más de la mitad de su vida fuera a transcurrir en el siglo XXI, podría llegar a
considerarse «una mujer del siglo XXI».
Y una mujer del siglo XXI podía coger la maldita caja de herramientas y
arreglar una maldita tostadora.


Cada vez que alguien del mundo exterior viaja a El Valle, el sistema de
eyección queda completamente disfuncional. Sin embargo, como por arte de magia,
la tostadora se arregla automáticamente cuando el viajero alcanza Isla Thomson y
vuelve a su hogar. El Gobierno Intermundial Secreto esperaba siempre el retorno
de sus agentes para volver a utilizar el electrodoméstico, lo cual proporcionaba
muchas ventas de pan ya tostado a Mercadona.
La inmersión de dos niños en el mundo del interior de la tostadora, algo a evitar
a toda costa según cierta profecía milenaria, provocó tomar medidas urgentes.

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