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(rjguadog) #1

Los botijocultores levantaron las hoces, dispuestos a reaccionar con
violencia. Roberto se había despertado pero, analizando la situación y
comprendiendo que Ana podía ser agredida, decidió que intentar hacerse el héroe
sería visto como una muestra de inmadurez y egolatría, y prefirió fingir que seguía
dormido. Desde el suelo, oyó el inconfundible sonido de una puerta abriéndose
bruscamente cuando es empujada por una voluntariosa joven de veintiún años.
—¡Lo sabía! —La chica que emergió de la humilde casa de Eustrobio y Márgara
tenía muchos rasgos en común con sus progenitores: dos ojos, cuatro extremidades,
una nariz... y nada más. A decir verdad, no parecía compartir con sus padres mayor
proporción del genoma que con un orangután. Su color de piel, tersa y suave por
cierto, era mucho más oscuro, no el debido a un mero bronceado. Era bastante más
alta que sus padres y sus rasgos faciales resultaban más agradables a la vista. Tal
descripción no implicaba gran cosa, no obstante.


Melibia fue la variable de salida del segundo parto de Márgara. El hijo mayor,
Ediardo, se había ido de casa tiempo atrás. «Para ayudar al verdadero soberano del
mundo», había dicho. «Del interior de la tostadora», apostilló su hermana entonces.
Y no volvieron a saber de él.
—¡Melibia! Si no vas a ayudar en el huerto de botijos de tus padres, ¡puedes
quedarte en casa! —Eustrobio podía ser muy duro cuando se trataba de su hija.
—Pero ¿no lo comprendéis? Si estos niños vienen del mundo exterior, eso
solamente puede significar... ¡que el mundo exterior existe y que nuestro mundo
está inserto en una tostadora! Von der Lein tenía razón en su libro «Una hipótesis
que se me ocurrió mientras me hacía el desayuno».


Entendiendo que los botijocultores habían depositado sus utensilios en el suelo
y que Ana había quedado totalmente boquiabierta, Roberto decidió levantarse
animosamente:
—¡Hola a todos! Soy Roberto Angulo, un niño de nueve años con un gran fu...
—¡Tú también lees a Von der Lein! —Ana había quedado maravillada con la
intervención de Melibia y no dudó en interrumpir a su gran amigo—. Me he leído
casi todos sus artículos no publicados en revistas ilegibles incluidas en el índice de
revistas inexistentes.
Melibia sonrió ampliamente.

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