ENQNQLAB

(rjguadog) #1

YO, ROBOTIJO


—¿Cómo? ¿Más personas procedentes del mundo exterior? ¿A las afueras de
Marshfield?
Él creía ser, hasta ese momento, la única persona viva en El Valle que había
llegado desde La Tierra. Nadie sabía a ciencia cierta (y nunca mejor dicho) cuál era
su campo de investigación, pero todo el mundo sabía que era un científico brillante.
Lo había dejado todo, con una excepción, para viajar al mundo del interior de la
tostadora. Fue la excepción aquella patente que le abrió las puertas de Laboratorios
Geilatt: en cuanto el fundador de dicha institución leyó el documento, quedó
absolutamente convencido de que todo lo que estaba investigando hasta ese
momento era paja.
—Que sí, 'octor, que sí —dijo la unidad Robotijo X87 con un acento murciano
muy marcado—, que han vení'o agora mismo, como quien dice. ¡Niños! Esa,
ni ma' ni meno', es la información que nos han transmití'o' a la unidá' Zeta Tre' o
como-se-llame y yo.
—Soy Zeta Cuatro, ¡acho! —intervino otro peculiar robot con el mismo deje en
el discurso—. La cántara Zeta Tre' explotó por no enterarse de que no estaba hecho
para a'macená' aní'. Y se puso enfollonao de aní' a la lu' de los Nicralambre', con
toda la torraera de la tarde. Mira que se lo dije, pero...
Los Robotijos se contaban entre las invenciones más complejas del Dr. Doctor.
Eran autómatas con forma de botijo, ideales para labores de infiltración allí donde
se cultiva este tipo de recipientes. Entre sus funciones se encontraban la toma de
imágenes automática, la grabación de sonido, la infiltración, el cálculo matemático,
el apoyo logístico militar y el transporte de cafés a los despachos. Estaban
equipados con un medio de transporte retráctil: los de la serie X iban a ruedas; los
de la serie Z poseían piernas plegables. En el pitorro tenían instalada una cámara,
muy adecuada en inspecciones de amígdalas y misiones de espionaje. Sin embargo,
pese a los intentos de Daniel R. Doctor por mejorar su capacidad de habla, todos
los Robotijos egresaban con inconfundible acento murciano. Definitivamente, la
tecnología tiene límites insalvables.

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