salvajemente del suelo y, una vez emergidos, a vibrar salvajemente sobre la
superficie. Ana desplegó un portentoso ejemplo de habilidad al esquivar la
embestida de un hotel de cinco plantas. Un ciprés apareció bruscamente entre
Roberto y Melibia, haciendo que cada uno soltara la mano del otro. La niña, que
continuaba su carrera desesperada, evitó una fuente con una escultura del alcalde
de Hertzig que apareció ante ella y siguió huyendo de los temibles inmuebles. Con
Ana en cabeza, los tres corrían tan velozmente como podían, sorteando restaurantes,
oficinas de turismo, sucursales bancarias y piscinas climatizadas.
—Melibia —dijo Roberto, jadeante, sin dejar de correr—, quizá... quizá esta
pregunta sea... también estúpida, pero... ¿es normal que los edificios se muevan con
tanta violencia?
—¡Cosas de Hertzig! A esta gente... le gusta mucho... la tecnología cuántica.
La joven hizo una pausa para tomar aire. La carrera les había dejado en un
aparcamiento vacío. Buscaron con la mirada a Ana, desaparecida tras un muro de
hormigón que vibraba de izquierda a derecha con una frecuencia de millones de
ciclos por segundo. Confiaron en que la niña esquivaría todos los inmuebles que la
asaltasen: Roberto había informado a Melibia de la extraordinaria agilidad de su
amiga, asegurando que unos edificios de extrarradio no serían problema para ella.
No mencionó que el testimonio de dicha agilidad fue jugando a Street Fighter II',
pues los detalles innecesarios diluyen a menudo la relevancia del mensaje.
—Construyen los edificios en la capital del corregimiento —explicó Meli—,
bajo tierra... y, cuando están terminados, los mueven.
—Los edificios.
—Sí.
—¿Sería muy impertinente preguntar cómo lo hacen?
—¡No! —La nativa sonrió cariñosamente—. Pero me vendría bien saber qué
base tienes. ¿Te enseñaron física cuántica en el colegio?
—Una breve introducción a los prolegómenos de los fundamentos básicos de los
principios de... nada —reconoció el niño.
La respuesta negativa desalentó a Melibia. Razonó cómo podía satisfacer la
curiosidad del niño con un lenguaje inteligible para un pequeño neófito.
—Tú percibes que estamos en un nivel macroscópico, y en cierto modo es así.