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(rjguadog) #1

Si lanzas un proyectil con un movimiento parabólico, su comportamiento
cinemático será adecuadamente descrito con las leyes de la mecánica clásica. Sin
embargo, aquí lo macroscópico puede mostrar las propiedades de lo femtoscópico.
—Como cuando te haces pequeñito en Super Mario Land 2.
—¿Eh? Sí... bueno... supongo.
La tostarricense no sabía de qué hablaba Roberto, pero tendría más ocasiones
para indagar en esos temas. Ella juzgó que habían descansado suficientemente (él
no, pero aquello era invariable) y reemprendió la carrera. ¡Había que encontrar a
Ana! Roberto vaciló al principio, pero tardó poco tiempo en alcanzar a la nativa.
—El caso es... que utilizan... un acelerador de partículas —explicó Melibia
mientras corrían—. Y se cumple el Principio de Incertidumbre de Wichael, por el
cual... es imposible conocer al mismo tiempo... la velocidad y la posición de los
edificios. Por eso... por eso, no sabemos por dónde van a salir, y, cuando salen y se
quedan quietos... vemos que vibran y... ¡Ana!
La niña se movía en zigzag cuando Melibia la divisó. Este desplazamiento
ondulatorio había permitido que fuera alcanzable para sus perseguidores, y, al
mismo tiempo, demostraba ser un método eficaz para esquivar edificios, estatuas
conmemorativas y fuentes.
—¿Qué modelo de acelerador de partículas?
Roberto, siempre preguntando las cosas más urgentes y oportunas, disparando a
la cuestión en su pleno quid.
Y lo peor es que Melibia, en un ejemplo claro de benevolencia excesiva,
consideró responder al pequeño. Se cumplió el sabio refrán que, incluso a fecha de
hoy, enuncian con convicción los jubilados de El Valle: «Quien piensa en
acelerador de partículas mientras corre... con boca de incendios se tropieza». La
pobre dio con un hidrante rojo que acababa de emerger de la nada, cayendo
estrepitosamente.


—¡Ah! —Gritó ella—. ¡Me he caído! ¡Roberto! ¡Por favor! ¡Vuelve, Roberto!
¡Ayúdame a levantarme!
El niño no escuchó con total claridad las palabras exactas que gritó Melibia.
Pero, entre su habilidad para leer los labios y su poderosa intuición, creyó que había
dicho: «¡Déjame atrás! ¡Tú eres la persona importante aquí! ¡Sálvate tú! ¡Me alegra
mucho haberte conocido!»

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