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(rjguadog) #1

En el fondo, casi todo es cultural. La sociedad occidental actual, al igual que
todas las demás sociedades, enfrenta a niños y niñas. Les da regalos distintos, ropa
distinta, nombres distintos, solo por diferenciarse en los caracteres sexuales
primarios. No obstante, lo de Roberto iba más allá de lo cultural. Apreciar su
compañía le iba a costar un poco.
—Tú me cuentas tu miserable vida y yo te cuento la mía, desde el respeto mutuo
—propuso la niña—, a ver si conseguimos empatizar un poco... el uno con el otro.
¿Qué me dices?
—Todo lo que sea empatizar me parece bien. El que más hable será el que antes
se quede deshidratado y muera, así que empieza tú.


Aquella noche, Roberto aprendió a no juzgar a la gente al margen de las
circunstancias. La pobre niña había tenido un difícil ambiente familiar, con un padre
ilicitano, una madre holandesa y nada menos que dos hermanas mayores. El padre
había sido testigo de la reciente eliminación de la Selección Española frente a
la azzurra en Estados Unidos. La mujer vio también cómo retiraban la máquina de
café de la primera planta de la oficina donde trabajaba, teniendo que bajar escaleras
todas las veces que quisiese un cappuccino durante la jornada laboral y, lo que es
peor, teniendo que subir escaleras para volver a su despacho. El representante
sindical, seguramente untado, ninguneó la queja. La mayor de las hermanas, Xisca,
había sido rechazada como modelo para una revista que a la sazón Roberto y Ana
no tenían edad de conocer, tras lo cual cayó en depresión. Nuria, su otra hermana,
acusó a Xisca de irresponsable y superficial, queriendo vender una simple imagen
en vez de preocuparse por las cosas verdaderamente importantes de este mundo,
como la escasez de agua potable en Sudán; pero después se arrepintió de haber sido
tan dura, por lo que la tristeza se apoderó del corazón de Nuria.
Ana González van Mulder estaba ahí, en medio de todo. ¡Hogar para una niña!
De haber contado con unos buenos litros de agua, Roberto se habría permitido
llorar. Pero tenía que guardar sus lágrimas, pues, motivos fisiológicos aparte, le
tocaba a él exponer su triste historia.
—Afortunadamente, yo nunca he tenido hermanas ni hermanos, así que mi
habitación, mis juguetes, mis enciclopedias, mis instrumentos de música, mis
peluches, mis muñecos articulados, mis películas de Billy Wilder, mis discos de
Haydn, mi material escolar y mis videojuegos son solo para mí —explicó

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