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(rjguadog) #1

¡Qué palabras tan sabias! Se clavaron como una estaca en el ego del
subinspector, aturdido por la solidez del argumento del sospechoso. Quiso decir
algo, pero no encontraba los vocablos ni el aire para proferirlos. Los agentes
prefirieron no avergonzar aún más a su jefe; Harlon Cracksey, sin embargo, no tenía
esa consideración para con él.
—¡Maldita sea, Grey! —gritó el detective—. A este señor le está esperando
impacientemente su madre, que para algo le hizo espinacas con nata. ¿Cómo te
atreves a retenerlo? ¡Debería darte vergüenza!
El subinspector expresó su arrepentimiento, cabizbajo, y permitió al arrendador
abandonar el edificio que contenía once viviendas de su propiedad para volver a
casa de mamá. Comprendió que era la envidia lo que le motivaba, ya que él había
cometido el error de abandonar el hogar familiar a la temprana edad de treinta años.
Los agentes no dudaron en disculparle. Para recuperar un poco su orgullo, Grey
decidió reprimir verbalmente, con dureza, a los técnicos, reprochándoles su
tardanza en reparar el ascensor.
El propietario se dirigió por última vez a los policías:
—Dijeron ustedes, agentes, que el conserje les facilitó la grabación. Me gustaría
saber si les dijo algo más.
—Sí —confirmó Pink con entusiasmo—. ¡Imagínese! Está convencido de que
usted mató a su arrendatario. —La agente acompañó la acusación con risas—. Lo
he dejado encerrado en el cuarto de contadores, planta baja, a la izquierda, segunda
puerta, en calidad de sospechoso. Resulta que, en este edificio, esa puerta se abre
desde fuera, pero no desde dentro. Imagino que usted lo sabía, ya que el edificio es
suyo, pero aun así...

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