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(rjguadog) #1

EL ABUELO QUE LEYÓ A SCHELLING Y SE MURIÓ


Black, White, Harlon, Grey y Pink entraron juntos en el ascensor, haciendo caso
omiso de la limitación a cuatro personas; tal era su satisfacción por haber reunido a
una feliz familia dolorosamente separada por una avería. White posó uno de sus
pálidos dedos sobre el número tres.
Tercer piso, A. La puerta era de madera de árbol flautista, muy apreciada en las
afueras de Hertzig. Lo que los agentes no apreciaban tanto era que el arrendador la
hubiese dejado cerrada sin cederles las llaves. Ya no parecía tan buena persona.
Valiéndose otra vez del preciado ascensor, la agente Pink fue a buscar al conserje
para que les abriera la puerta. Pero volvió sola y decepcionada, advirtiendo de la
fuga del sospechoso. Todo lo que había quedado de él era un tenue rastro de sangre.
—¡Ha escapado de una detención ilegal! —exclamó Harlon, alterado—.
¿Necesitáis más pruebas para saber que el conserje es el asesino?
—Me he perdido, colega —dijo el agente Black.
Después de todo, Black no estuvo presente durante las conjeturas de Cracksey.
En vez de explicarle los avances en la investigación, Grey se limitó a ordenarle que
derribara la puerta.
—Porque soy negro, ¿no?
Grey estuvo cerca de pedir a Black y a White que fueran a buscar al probable
asesino, pero se lo pensó mejor: era noche cerrada y no quería que le pasara nada
malo a sus chicos. ¿Y si se encontraban con algún atracador... o algo peor? Así pues,
todos traspasaron el umbral.
No fue difícil dar con la víctima. Oyeron el llanto desconsolado de dos niños, un
llanto procedente de la habitación del fondo.
Tendrían aproximadamente nueve años de edad. Sus cabecitas estaban postradas
sobre la cama de la habitación. Era ahí donde yacía el cadáver de Antón Lieja, a
quien los tiernos niños lloraban. A la izquierda, un varón moreno de casi ciento
treinta centímetros de estatura; a la derecha, una niña rubia un poco más menuda.
Las lágrimas de ambos empapaban la sábana y la camisa del difunto.

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