hay un país dedicado a escribir obras filosóficas inextricables, a declinar adjetivos
y a ganar en el fútbol, llamado Alemania».
La niña repitió, aunque de forma somera, la descripción del asesino: hombre
alto y delgado, mal vestido, con suciedad en el cabello y en la ropa, con voz áspera...
Desgraciadamente, ni Grey ni Cracksey habían visto a un hombre así. El conserje,
su único sospechoso, vestía con uniforme, y no ganaba suficiente dinero para estar
delgado. Si los únicos adultos que pudieron haber tenido algún contacto con Lieja
eran el arrendador y el conserje, y este último no cumplía con la descripción,
entonces... ¿quién mató a la víctima? Parecía un rompecabezas sin solución.
Algo en el reverso de la portada pareció llamar la atención del detective
privado.
—Ella tiene razón —confirmó el detective—. Aquí dice: «Impreso en
Alemania». Así que el mundo exterior existe...
—¡Patrañas! —Grey estaba inconforme—. «¿Alemania?» ¿Cómo va a existir
eso? Países inventados para literatura de ficción, como si hablo de... —El
subinspector hizo una pausa para pensar—. A ver qué me invento... Suazilandia,
venga.
—O Botsuana —añadió Black—, ¿no? Sería un país con un presi negro, como
Joule manda.
—O Madagascar —dijo White para completar la lista de nombres de países
fantásticos.
Ana comprendió que el electrodomesticentrismo solamente se cura viajando...
entre mundos. No iba a servir de nada insistir en que esa habitación, ese
corregimiento, ese país... en que todo, ¡todo!, estaba dentro de una tostadora,
incluyendo dicha tostadora. Melibia, si estuviera ahí, habría aportado argumentos
para parar un tren. ¡Y ni aun así!
—Bueno, pues entonces lo dejamos en que se ha muerto solo —concluyó
Grey—, probablemente suicidándose y perdiendo la vida como consecuencia.
White, Black, mañana quiero el informe sobre mi mesa. Mañana, ¿me habéis
entendido? Si no, la inspectora Orange se enfadará conmigo, y a ver cómo le explico
que me he esca... que he delegado responsabilidad en mis fiables agentes.