ENQNQLAB

(rjguadog) #1

CINCUENTA Y CINCO MINUTOS EN HERTZIG


Los motoristas de Voltown Minus, la parte baja de la ciudad regida por Linda
Cordolç, tienen un dicho: «Joule favorece a quienes conducen su moto sin casco, a
cien tostamillas por hora y con dos pasajeros menores». A Joule se había
encomendado Harlon Cracksey durante el breve viaje y su fe le salvó la vida
potencialmente. Dicho de otra forma, un control policial a la entrada de Hertzig le
dejó sin permiso de conducción, sin moto y sin cincuenta tostaliras, salvándole de
potenciales accidentes mortales. El vehículo quedaría decomisado en la quinta
ciudad más poblada de El Valle.
—¡Hertzig! —supo Ana.
El imponente muro no se había construido por motivos militares. Su fin no era
proteger la ciudad: Ana lo supo cuando leyó que la muralla precedió, no procedió,
a los edificios y calzadas que albergaba. Se construyó en aquella época oscura
anterior a la invención de la tostadora, anterior incluso al nacimiento de James P.
Joule. No había electrodomésticos, pero había mundos en ellos. Esta verdad, tan
inabordable desde la lógica aristotélica, resultaba profundamente incómoda.
Solo cuando los límites de la ciudad quedaron bien definidos, solo cuando la
muralla dejó de vacilar y de moverse, los hertzigueros comenzaron a construir sus
viviendas, sus oficinas, sus estaciones. El muro imponía un límite al frenesí
incontrolado que los edificios mostraban desde su erección hasta su asentamiento.
Ana sabía lo que se iba a encontrar, pero observó bien el entorno para
compararlo con las descripciones que había leído en revistas ilegibles. Algunas
veces, las descripciones no coincidían, y Ana no sabía por qué opción decantarse:


¿se equivocaban aquellas prestigiosas revistas o se equivocaban sus propios
sentidos? Difícil cuestión. En cualquier caso, la niña iba mostrando una palpable y
creciente ilusión.
—Tenemos que ir al Registro. ¡Ya podré ser una ciudadana del mundo del
interior de la tostadora! ¿Crees que el Gobierno me dará un piso céntrico?

Free download pdf