ENQNQLAB

(rjguadog) #1

en compañía de Roberto le gustaba aún menos. Alguna de las cualidades del niño
incomodaba al detective, pero Harlon no sabía si era la impertinencia o la insistencia
en ser impertinente. Además, el adulto tenía la idea de que, con independencia de
las edades, dos hombres en presencia de una dama se disputaban inconscientemente
la posición de macho alfa. Y lo que le produjo más vergüenza no fue darse cuenta
de que competía por la atención de una niña tan pequeña, sino darse cuenta de que
iba perdiendo.
Miró a la taquillera. Miró a Roberto. Volvió a mirar a la taquillera. Fue a la
taquilla. Harlon se aseguró de hablar en primer lugar: el macho alfa no espera.
—Tienes unos bigotes muy sensuales. Me recuerdan a los de mi difunto
hámster.
Lo que acababa de hacer, ni más ni menos, era poner en práctica el célebre
«Método Harlon de negación-seducción». Consiste en comenzar con un halago
evidente, tal como elogiar el vello facial de una mujer (o, mejor dicho, del
objetivo), para después bajar su autoestima mediante la comparación con un roedor
muerto. De esta forma, el objetivo se vuelve demandante de la aprobación del
artista de la seducción, hacia quien se siente inmediatamente atraído.


Ella contestó, lo cual evidenció que la estrategia funcionaba. Había caído en el
juego de la seducción; Harlon demostraba ser, una vez más, irresistible.
—Señor, si le pidiera que no pretendiese deshumanizarme y manipularme
mientras estoy trabajando, ¿interpretaría que he caído presa de su ridículo juego y
que me siento atraída hacia usted? —El tono de la taquillera era
inconfundiblemente lúdico y seductor, aunque Harlon se tomaría su tiempo para
comprender el fondo—. En caso afirmativo, mi empatía me conduce a enseñarle
que el sentirse acreedor de la atención de sus congéneres solo aliviará su
insatisfacción durante un instante. Si quiere sentirse bien consigo mismo,
necesitará importunar a un trabajador de otro gremio. A mí puede dejarme en paz.
Algo fallaba. La taquillera, después de todo, no parecía realmente atraída por
el galán. «¿Cómo es posible?» ¿Quizá ella se habría dado cuenta de que, en
realidad, Harlon no había tenido nunca un roedor como mascota?


Roberto decidió salvar el día.
—Usted lleva muchos años en este puesto, ¿verdad, señora?
Free download pdf