—Me estaba desesperando —siguió relatando Melibia—. Pero entonces se me
ocurrió gritar: «¡Estoy en esta privilegiada azotea sin haber pagado una tostalira!
¡No me moverán! ¡Abajo el sistema!» Y se apresuraron a desahuciarme.
»Voy al Palacio de Vanadio de Jouleburg, Estación de Brackett. —Melibia
notó la alegría en los ojos de la niña, infiriendo que su destino coincidía—. ¿Te has
registrado en Hertzig, Ana?
—No. Harlon nos dijo que era mejor ir a Jouleburg.
—¿Quién?
Melibia vio cómo el anciano que se sentaba a su lado se levantaba del asiento
y abandonaba el vagón. Habían llegado a la Estación de Paschen, muy cerca ya de
Jouleburg, en la ciudad cuarto-de-baño conocida como Pequeño Curio^16. El lugar
que el viejo había dejado libre fue ocupado por un hombre joven y altivo, con gafas
de sol y peinado como Jaimes Deen en Revende sin cláusula.
Harlon se fijó en la portada del gigantesco libro que tan vorazmente había
estado leyendo Melibia. Se titulaba Una introducción a los fundamentos básicos y
esenciales de la tostafísica cuántica y otras cosas aburridas, y había sido escrito
por un tal Niels Geilatt. Se fijó también en la lectora, en su pecho, en sus atractivos
rasgos faciales, en su pecho, en su piel oscura, en sus gafas, en su pecho, y supo qué
decir.
—Buenos días, señorita. Me he visto obligado a presentarme, viendo que está
leyendo la gran obra maestra del científico que dirigió mi tesis doctoral en
tostafísica cuántica. ¡Nada menos que el profesor Jeilat! Gran persona y mejor ser
humano, desde luego.
¡Ah! ¡Todo un seductor! «No es mentir, es flirtear», se dijo. Al fin y al cabo,
¿cómo iba a creer una chica inteligente que Harlon había sido alumno de ese tal...
Jeilat?
—¡Vaya! ¿No se pronuncia Gáilat? —inquirió Melibia.
—Sí, bueno, quizá fuera así —reconoció Harlon—. Los que teníamos plena
confianza con él le llamábamos Niels.
(^16) Si una ciudad dormitorio es un municipio eminentemente residencial, una ciudad cuarto-de-baño
es un centro de gestión de residuos con algunas viviendas en los alrededores. La intervención
quirúrgica más habitual en esa zona es la extirpación de los receptores químicos del olfato.