ENQNQLAB

(rjguadog) #1

—El problema está en que te crees que hache es un número. Hache es una letra,
te lo digo yo, que tengo un doctorado. Ocho es un número, por ejemplo. «Ocho
veces la frecuencia de excitación». Eso suena mucho mejor.
—Pero me refería a la constante de Planck, doctor...
—¿Constante? ¿Acaso hay algo constante en el mundo cuántico? Todo fluye,
todo está y no está, el pato está muerto o no lo está, pero quién demonios sabe. ¿O
era un gato? Da igual. —Harlon, que se sentía inspirado, comenzó a dar vueltas
alrededor del operario, comunicando sus ideas con altivez y orgullo—. ¡Queréis
entender cómo funciona un tren cuántico antes de comprender cómo funciona el
Universo cuántico entero! Coged un destornillador cuántico, una llave cuántica, un
martillo cuántico y una tuerca cuántica, ¡y arreglad este aparato cuántico!


Se hizo el silencio de nuevo. Roberto y Ana aplaudieron apasionadamente. Los
operarios no tenían por más que asentir con la cabeza, atónitos tras la magnífica
exposición de Harlon. «¡Menuda lección les he dado!», pensó por un momento.
«Espera, espera», pensó después. «Todos van a morir», pensó al instante. «Y eso
me incluye a mí», pensó finalmente.
—Pero, doctor, no tenemos tuercas cuánticas.
—No pasa nada. Un fallo lo tiene cualquiera. —Harlon tranquilizó al operario
con unas palmaditas en la espalda.
En cuanto pudo, Harlon volvió la espalda sibilinamente a los trabajadores del
tren y se acercó a Melibia, que tenía un gesto de cierta suspicacia.
—Melibia —susurró—, a ti te gustan los tostafísicos cuánticos, ¿no?
La joven quedó desconcertada con la pregunta, de modo que se limitó a
encogerse de hombros.
—¿Y qué opinas de los detectives privados? —continuó él.
—Pues nos vendría bien un buen detective ahora mismo —respondió Melibia
con entusiasmo—. Así sabríamos cómo han muerto los dos difuntos fallecidos en
el tren.
Harlon se sintió aliviado con la contestación de Melibia. Suspiró, depositó sus
manos sobre los hombros de la joven y decidió hacer lo que debería haber hecho
minutos atrás.
—Verás, Melibia. Yo no soy tostafísico cuántico. —Titubeó ligeramente—. Te

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