mentí... ¡Sí, te mentí! Pero tengo una explicación. Lo hice porque te percibo como
un objeto sexual con el que saciar mi apetencia, nada más.
Ella no estaba segura de cómo debía reaccionar ante aquella confesión tan...
honesta.
—¡Espera! No digas nada. He cambiado, te lo aseguro. Ahora me importa
mucho más que me salves la vida y lo de acostarme contigo pasa a un segundo
plano. Sí, así es. La gente dice que lo más importante para mí son las motos y el
sexo, pero ya ves: ¡estaban equivocados!
—También es sobrino del presidente Stevn Cracksey —dijo una voz infantil a
sesenta centímetros bajo los oídos de Harlon.
—Cállate, Roberto.El moreno natural de Melibia se había desvanecido. Intentó relacionar ideas en
su cabeza de la forma más rápida posible. ¿Era mentira? Pero ¡había conocido a
Niels Geilatt! ¿O eso también era mentira? Entonces, se pronuncia Gáilat, ¿no? Y
Nels. ¿Y Harlon no tenía treinta y tres años? ¿Y la longitud de la onda asociada
a la materia no era inversamente proporcional al momento lineal? ¿Y qué había
del interés sexual de ese varón? Melibia no estaba muy acostumbrada a que los
hombres manifestaran algún tipo de interés sexual hacia ella^18. ¿Y era un
detective privado? ¿Y si lo habían mandado sus padres para tontear con ella y
llevarla de vuelta a casa? Sí, sería eso. Sus padres la echarían muchísimo de menos
y la carencia de cultura les había hecho astutos.
—Puedes salvarme, ¿no? —insistió Harlon—. ¡Estabas leyendo ese tocho del
tal Geilatt! ¡Tienes que saber cómo demonios cuánticos funciona este tren!
Ella estalló. Tensó los hombros, frunció el ceño e inhaló una gran bocanada de
aire.
—¡No pienso volver a casa, maldito detective! ¡No evitarás que cumpla mi
sueño!
(^)
(^18) Sería más acertado decir que ella tenía tanta facilidad para entender las insinuaciones sexuales
como Roberto para entender las insinuaciones... las insinuaciones en general.