de enajenación mental le llevó a pensar que para conquistar el mundo hay que
estudiar.
Ya era tarde para reparar el error.
Ya era tarde para dominar el mundo... exterior.
—Iré —resolvió.
Daniel apuró su bombón sin apartar la mirada de Copperdale, que hizo lo propio
con el suyo. Se preguntó, suspicaz, si realmente tenía elección.
—Don John, por favor, responda a una última pregunta.
—Last one.
—Si me hubiera echado para atrás, ¿me habría asesinado?
—Please, Doctor! ¿Cómo puedes pensar eso de mí? No habría emprendido
ninguna acción contra usted. It's better premiar que castigar, y aquí tienes usted tu
premio por aceptar mi oferta. ¿Isabel? —Copperdale señaló a su ayudante bantú, que
portaba una bandeja. Pero sobre ella no había más café, sino un vial de vidrio que
contenía una disolución verde.
La mujer ecuatoguineana, claramente más joven que su jefe, proveyó toda la
información que era necesaria en ese momento:
—Es el antídoto para el veneno del café, señor.
A favor de Copperdale hay que decir que ese veneno no era tan letal. No en esa
dosis. En el caso de no beber el antídoto, cosa que hizo el doctor Doctor en
cuanto le fue revelada la función del líquido, no habría sufrido más que parálisis.
Después, el americano y la africana habrían disuelto su cuerpo aún vivo en ácido
sulfúrico, sí. Pero la dosis no era letal, no.
El anfitrión acompañó al Dr. Doctor a la salida de la finca, instándole a que
leyera su propia patente y mostrándole una espléndida colección de automóviles.
—¿Estás segura de este plan de tú, Isa? La presidencia de la organización no
consideraba necesario intervenir en el toaster world.
—¡Otra vez con dudas, Johnny! Te creía más valiente. —La pronunciación de
Isabel había perdido todo rastro de su procedencia extranjera.
—No temo por myself. Estoy towards final de mi carrera profesional y moriré
pronto anyway. Quizá tú seas la encargada de matarme.
»El Gobierno Intermundial ya no es lo que era cuando estuve en el toaster
world. Tú eres una joya que me recuerda a aquellos tiempos, por eso preocupo.