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(rjguadog) #1
—Tú haces mi trabajo y luego yo me adjudico tus logros. —Harlon volvió a
mirar al techo.
—Mola —aceptó Roberto—. ¿Tengo que usar lupa? ¿Y fumar con pipa? Aún
mantengo mis pulmones rosas, o al menos tan rosas como pueden mantenerse en
una ciudad de la Comunidad Va...
—No —atajó Harlon, extrañamente apático—. Pero tráeme una copa antes de
resolver el crimen, ¿vale? Wiski con... wiski.
Después de asentir, el pequeño detective fue de vagón en vagón, encontrando
al empleado del tren que velaba a las dos víctimas. Por ende, también encontró a
las dos víctimas, completamente ausentes de signos de violencia. El niño ya conocía
las consecuencias de dejar de observar a los difuntos, y lo cierto es que presenciar
cómo se levantan no le había proporcionado la más agradable de las sensaciones. A
juzgar por el celo con que el trabajador cuidaba de Estafanía Aylas y de Ediard
Wellet, probablemente había sido testigo de un caso similar. Pero, desde luego, él
no escuchaba a los muertos.
«¡Niño!», exclamó Ediard en la mente de Roberto. «Tú puedes oírnos,
¿verdad?»
Roberto negó con la cabeza, pero no funcionó. Se le daba muy mal mentir.
«Lo sabía», dijo Estafanía. «Escucha, bonito. Diles a los mayores que nos mató
un hombre malo con un arma muy rara. Ese aparato tenía forma de escopeta, pero
con cables y electrodos, con más colores que los que cabría esperar en un arma de
fuego y con un atomizador en el lugar que correspondería al gatillo».
Tal vez, ser un médium era algo más común de lo que cabía pensar, pero los
que poseían esa facultad generalmente preferían hacerse ingenieros, farmacéuticos
o conductores de autobús, en vez de someterse al escarnio de las personas
inteligentes. En este caso, por ejemplo, ¿quién podría creer que tales artilugios
existían? Incluso el crédulo niño lo dudaba^19.
Examinó los recovecos de la indumentaria de la mujer difunta, algo que no fue
bien recibido por ella ni por el empleado que observaba. A Roberto le bastó ignorar
a la primera y mostrar su tarjeta de detective al segundo. En un bolsillo interior de

(^)
(^19) Sí, lo vio en manos del arrendador del inmueble a las afueras de Hertzig, pero Roberto Angulo
fue un racionalista redomado desde su tierna infancia.

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