ENQNQLAB

(rjguadog) #1

Roberto, en efecto, solía sobreestimar su inteligencia emocional. No obstante,
el discurso había calado hondo y el resto de pasajeros evidenciaban su admiración
hacia Harlon Cracksey. «Yo hago el trabajo y él se lleva el mérito», recordó Roberto
con satisfacción.
Martín Rudepsis parecía un poco confuso.
—No... no sé yo si... si la conjunción o puede ir entre respirar y vivir.
—Le he ofrecido el lujo de elegir, señor Rudepsis —Roberto, hablando por
Harlon Cracksey, se puso serio—, pero ha rechazado mi oferta. Era la primera y la
última. Y ya no tiene elección posible. Usted no tiene elección porque sus víctimas
tampoco la tuvieron. ¿A quién pertenece el aire que usted respira, señor Rudepsis?
¿A quién se lo ha quitado? ¿Acaso el aire sale del aire?
Rudepsis tenía miedo. ¿Qué quería decir ese detective? ¡Ni que fuera él un
homicida! ¿Y por qué todo el mundo, empezando por él mismo, se tomaba en serio
a alguien que hablaba en sueños?
—Conozco perfectamente los principios básicos de funcionamiento de ese
trasto —continúo Roberto, mintiendo ejemplarmente—. Le suministra aire, sí,
pero... ¿aire de quién? Yo se lo diré. ¡De Estafanía Aylas! ¡De Ediard Wellet!
Usted les quita todo el oxígeno y parte del nitrógeno, lo guarda en esa máquina, y
luego lo usa para consumo propio o trafica con él en el mercado negro de aire.
Decenas de cabezas asintieron ante aquella acusación tan grave como llena de
sentido. Esas mismas cabezas se volvieron a Martín Rudepsis, adoptando un gesto
furioso y vengativo.
—Yo... no...
—¡Viajeros de bien! —Harlon, fenomenológicamente Roberto, se dirigió a los
presentes—. Quitadle esa máquina y extraed la batería. Comprendo que os
apiadarais de un viejo indefenso, pero ahora que sabéis qué clase de gentuza es...

Free download pdf