Asalto a San Germán el 12 de agosto de 1528
Llegaron a Santa Cruz dos barcos franceses. Estos dos barcos
navegaron hacia el oeste, cruzando frente a la costa meridional de San
Juan, hasta llegar al Cabo Rojo en cuya salina toparon con una carabela
de las que acostumbraban saltear indios en tierra firme para venderlos
como esclavos en las islas. Esta carabela fue apresada sin resistencia,
dirigiéndose con ella los corsarios al inmediato puerto de San Germán,
indicado por los mismos tripulantes prisioneros.
En San Germán hallábase un navío dispuesto a partir para la
metrópoli, que fue tomado por asalto, saqueado e incendiado,
desembarcando luego setenta de aquellos aventureros en dirección a la
villa. Los vecinos estaban ausentes en sus minas y labranzas y las
familias habían huído a los montes de modo que nadie puso obstáculo a
un saqueo en que no se desdeñaron las ropas de cama y los servicios de
mesa y cocina, poniendo enseguida fuego al poblado cuyo caserío de
madera y ramaje de palma quedó pronto reducido a cenizas.
Al día siguiente, después de echar a pique la carabela apresada
en Cabo Rojo, diéronse a la vela los corsarios, en dirección a la Mona,
donde sólo residían dos españoles encargados de dirigir a los indios que
en aquella isla atendían a la pesca del carey y a los cultivos de la yuca.
Después de aprisionar a esos dos hombres y recoger cuántos víveres se
hallaron disponibles, permanecieron los dos buques barloventeando
durante nueve días frente a la Mona, en acecho de las naves que se
dirigieron a España, más cansados de aguardar sin fruto y
considerándose débiles para atacar a Puerto Plata, tomaron la vuelta
hacia Europa, abandonando la carabela apresada en Lanzarote con su
maestre y los demás prisioneros, que al verse libres se dirigieron a
Santo Domingo a dar cuenta de los hechos que habían presenciado.
Grande alarma produjo en la Española así lo inusitado del
caso, como el peligro que prometía a las poblaciones marítimas de
aquella isla, tan indefensas como las de San Juan, y como sospechasen
los oidores una estratagema en la determinación adoptada por los
corsarios, para salir de dudas, ordenaron al capitán Juan de Oliveros
que con tres naves bien artilladas, se trasladase al puerto de San
Germán diputando desde allí mensajeros que pasasen a San Juan,
Aguada, Cabo Rojo y Guánica, con objeto de averiguar si el barco
francés se ocultaba por aquellos sitios o si se tenía noticia del rumbo
que adoptaría en su marcha.
Volvieron los emisarios anunciando que los agresores, bajo un
vendaval deshecho, habían partido desde el 6 de septiembre en
dirección hacia las Vírgenes y considerando Oliveros muy tardía ya su
persecución, dio cuenta a Santo Domingo, el 30 de dicho mes, así de su