hay ninguna prueba que demuestre que con dos vacunas no
estemos protegidos al menos un año. Esto es lo que ha ocurrido
con el coronavirus en el año 2021.
Da la impresión de que quisieran imponer una dictadura para el
pueblo pero sin el pueblo, porque, si todo lo que está
relacionado con la enfermedad es obligatorio, ¿qué margen le
queda entonces a los ciudadanos para decidir sobre su propio
cuerpo o para ejercer el libre albedrío? Luego, los partidos
políticos de la oposición, con su comportamiento de acoso al
gobierno, acaban favoreciendo a las empresas farmacéuticas,
porque con el fin de llegar al poder, acusan al gobierno de no
proteger a los ciudadanos sin no apoya la sobre medicación,
luego, el gobierno, para no verse atacado por esas acusaciones,
termina apoyando el exceso de medicinas, y lo que es peor, trata
de imponerlo con amenazas. Al final, lo que comenzó siendo en
un principio un problema médico, termina convirtiéndose en un
problema de codicia, afán de poder, miedo y paranoia. Luego,
estos comportamientos, se retroalimentan unos a otros hasta
límites insospechados. Es decir que por un lado, en los países
ricos se amenaza a los ciudadanos para que se sigan vacunando
sin cesar en una rueda sin fin, pero por el otro, los países pobres
tienen que seguir esperando para recibir esas vacunas. ¿Dónde
quedó entonces la solidaridad internacional? Es evidente que,
cuando la cobardía manda, la dignidad se olvida.
Es cierto que las enfermedades y las epidemias existen y pueden
matar a la gente, por eso, lo correcto es buscar el término medio.
Es decir que por un lado debemos reconocer que las empresas
farmacéuticas están más interesadas en vender medicinas que
en curar enfermedades, y los políticos están más interesados en
conservar sus privilegios que en respetar los derechos civiles,
pero tampoco debemos aceptar a esos timadores que niegan
antonio.p
(Antonio.P)
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