ninguna excepción a esa norma. Lo cierto es que en la historia,
las guerras han formado parte de la conducta humana con
demasiada frecuencia, y cada bando siempre dice tener una
razón para provocarlas, lo que demuestra su intención de
producirlas aunque no lo quieran reconocer, por eso, lo
encubren usando frases hechas como por ejemplo que es un
deber patriótico, o que es por defender la civilización, la
democracia o la monarquía según las épocas, pero, que en el
fondo, solo son frases para encubrir la ambición de dominar a
otros e imponerles sus intereses.
Un ejemplo de ello son las “guerras amistosas” que hacían los
griegos en la época clásica, la razón de definirlas de este modo es
porque en estos conflictos cada bando no trataban de absorber
el territorio del otro e integrarlo en su estado, porque al final de
cada conflicto solo se determinaban las áreas de influencia que
cada ciudad autónoma tenía sobre las demás, pero sin que eso
supusiera la pérdida del control sobre su tierra para el perdedor,
ni tampoco un incremento de territorio para el vencedor,
parecían más competiciones deportivas que auténticas guerras
como si fueran solo guerras amistosas. Quizás el ejemplo más
claro de ello fue la guerra del Peloponeso, porque, en este
conflicto, Esparta venció a Atenas después de un enfrentamiento
largo y costoso. Este conflicto fue comenzado por Atenas cuando
tomó la decisión de dominar toda la región por la fuerza con la
excusa de que así estarían mejor preparados ante nuevas
invasiones de los persas. Pero, sorprendentemente, cuando
Esparta venció no se sirvió de esa victoria para absorber el
territorio del perdedor he integrarlo en el suyo, sino que se
limitó a imponer un gobierno pro espartano que poco después
de la retirada del ejército de Esparta volvió a ser como antes anti
espartano. Posteriormente, Esparta fue derrotada por los
antonio.p
(Antonio.P)
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