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un hogar estable. La es-
tabilidad es lo que nos
permite hacer nuestro
mundo predecible y,
por tanto, controlable.
La pregunta que me
hace se relaciona con
los adultos y se trata de
averiguar si lo que sa-
bemos sobre los niños
es aplicable a los adul-
tos. Creo que sí. Hace
falta movilizar grandes
recursos psíquicos para
dominar la incertidum-
bre. Nos sentimos fun-
damentalmente más
cómodos cuando cono-
cemos las reglas, tene-
mos un sentido de seguridad psíquica y la capacidad
de comprender cómo se desarrollará lo que va a venir.
Privarnos de todo esto es privarnos de una parte im-
portante de lo que constituye nuestro bienestar. Las
relaciones inestables pueden ser honestas, sanas, pero
no creo que puedan satisfacer la necesidad de seguri-
dad psíquica. Pero mire el mercado [de la economía
capitalista]. De alguna manera nos hemos adaptado
a las condiciones de extrema inseguridad generada
por él, especialmente desde la década de 1970, cuando
los grandes sindicatos colapsaron, cuando había mu-
cha menos protección social, cuando las personas eran
despedidas de forma rutinaria después de 20 años de
servicio en una empresa. Esta inseguridad psíquica es
la fuente de los principales movimientos sociales en
todo el mundo. La modernidad se basa en una tensión
entre libertad y seguridad. En el periodo de la posgue-
rra pudimos reconciliar las dos. Hoy es la libertad sin
regular la que parece predominar.
¿Cómo ha afectado la pandemia a las relaciones?
Las personas que más sufrieron en la crisis sanitaria fue-
ron los solteros. Aunque también las familias han sufrido
porque se han visto obligadas a una intimidad forzada,
han tenido que asumir las labores de la escuela y además
seguir trabajando. Pero las personas solteras han sufrido
mucho la soledad. Se había derrumbado el mundo del
ocio, que es esencial. Cuando se desmoronó ese mundo,
lo hizo también la sociabilidad, que es muy importante
para los solteros. —EPS
en términos psicológicos, sino morales y filosóficos.
Creo que el amor verdadero es algo que nos hace me-
jores, verdaderamente mejores, pero también es algo
a lo que tenemos acceso cuando nosotros mismos so-
mos un buen ser humano. Y por eso la educación en
el amor no puede separarse de la educación para ser
una persona buena. En el sentido aristotélico de este
término de persona buena.
¿Hablamos de honestidad, de generosidad?
Sí, exacto. Una persona que es reconocida por los de-
más como una persona buena. Y este tipo de amor re-
quiere una capacidad de acoger al otro, una forma de
honestidad. Tiene que ver con la capacidad de pedir
perdón y reconocer que nos equivocamos. Y también
requiere generosidad, la que da libertad al otro; por
ejemplo, la generosidad que te hace confiar en alguien
y no querer poseerlo por completo. No estoy hablando
en absoluto de un marco necesariamente monógamo.
Conozco muchas parejas del mismo sexo muy exitosas
que definitivamente no son monógamas, pero que en-
cajan exactamente en esa definición de virtud.
En general hablamos de estabilidad como algo po-
sitivo, pero ¿podríamos adaptarnos socialmente
a esos lazos menos estables, y podrían ser igual-
mente sanos si son honestos, verdaderos y fuertes
mientras duren?
Esta es una cuestión importante. Sabemos que los ni-
ños necesitan estabilidad, no necesitan que los padres
estén casados o sean heterosexuales, pero necesitan
La socióloga y escritora
francoisraelí Eva Illouz,
fotografi ada en su
casa de Jerusalén.
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