El País Semanal - ES (2022-03-06)

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bros de Zenith, muchos de ellos en el índice de prohi-
bidos por la censura, pero soberanos en la biblioteca
de su padre. Algunos de los que tenía en la fábrica ar-
dieron, otros se salvaron. Su hijo los conserva como
un tesoro trashumante que ha driblado el eco de los
peores tiempos. Ni por asomo dejó tampoco Agustín
de acoger en su domicilio a dirigentes clandestinos,
tanto del partido en que militó como de la CNT. “Por
casa pasaba habitualmente Aquilino Moral, anarquista.
Fue muy amigo suyo, pero también de otros como el
pintor y poeta surrealista Eugenio Granell”.
José María no se iba a dedicar al negocio. Pero al
tiempo que el ambiente lo perfumaba todo de nata
fermentada para el sustento de la familia, la sensibili-
dad y una rebeldía genética lo empujaban a la protes-
ta. Estudió Ingeniería de Caminos y perito industrial.
Pero se fue metiendo en revueltas y no terminó. Aun
así, don Agustín sospechaba que su hijo tenía madera
de empresario y, sin saber cómo ni por qué, le fue en-
volviendo con la intención de que continuara lo que él
había empezado.
Le contagió el gusto por la fábrica con la oposición
de su madre, empeñada en que estudiara. Y se quedó.
No se equivocaba su padre. De 40.000 kilos anuales de
queso que producían cuando su hijo entró a trabajar a
principios de los años ochenta en la única fábrica que
tenían en Heras, hoy sacan al mercado 52 millones de
kilos cada ejercicio en sus cinco centros de producción
de España e Italia. Tienen 900 empleados y facturan
230 millones de euros al año. Se especializó en produc-

tos de barra para fundir y en mozzarella. Pero su gran
salto vino cuando Mercadona le ofreció en 2010 con-
vertirse en interproveedor para fabricar sus quesos.
Mientras, decidió coleccionar arte. “Lo primero que
adquirí fue una serigrafía de Eduardo Arroyo”. De nue-
vo el círculo... La última gran adquisición del archivo ha
sido el fondo documental y la obra gráfi ca del pintor,
fallecido en octubre de 2018. En sus manos quedaron las
cartas, sus colecciones de fotografía y revistas, su biblio-
teca dedicada al boxeo o dibujos, entre los que destacan,
por ejemplo, los de los libros que ilustró a lo largo de su
vida, como el que este mismo año se ha publicado de
manera póstuma: el Ulises de James Joyce.
“Arroyo entendía la importancia de este archivo”,
comenta Lafuente. De hecho, el artista le dijo al empre-
sario que lo que se había empeñado en acometer era
el proyecto cultural más importante que él había visto
desde su regreso a España en los años ochenta.
Antes de comenzar a conformar el archivo, Lafuente
juntó una colección de arte con pintores de Cantabria y
escultura española. Pero en el año 2001, Gustavo Peña,
librero de Madrid, le presentó a Miguel Logroño. “Era
un periodista que había trabajado en el diario Madrid y
después fundó el Salón de los 16, vinculado al Grupo 16
de medios de comunicación”. Logroño le muestra su co-
lección documental y Lafuente comienza a darse cuenta
de la importancia que ese ámbito tiene. “Él me muestra
folletos, carteles, invitaciones a exposiciones. Y algo muy
importante: me enseña a ver cómo se hace un libro, la
importancia de la edición, la calidad de la impresión, las

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