Exposición perfecta

(gianmveloz) #1

voz nunca es comparable a lo que nos sale espontáneamente cuando
explicamos. La clave está ahí. No leas: cuenta.


Pero cuidado, hablar sin leer no es sinónimo de improvisar. De hecho,
para estar en condiciones de hacerlo, tendrás que prepararte a
conciencia. Es imprescindible ensayar y ensayar antes de cada
intervención. Eso es lo que te dará seguridad cuando te presentes
ante el público. Lo curioso es que cuando llevas la presentación muy
ensayada después no te limitas a recitarla. Una vez que tienes el guion
y las ideas debidamente interiorizados, puedes permitirte introducir
variaciones, adaptarte al momento, al lugar, al público... El camino
está bien trazado y no hay riesgo de perderse. Por eso puedes
aventurarte a hacer pequeñas excursiones por las márgenes o incluso
sortear un obstáculo que te cierra el paso.


Lo que no sirve es memorizar tu intervención palabra por palabra. Eso
es otra versión del leer y el resultado es más artificial si cabe. No
debemos memorizar las palabras, sino la estructura y las ideas. Tienes
que tener claro qué es lo que vas a ir contando en cada momento. Las
palabras exactas ya se las irás poniendo y cambiarán cada vez que
repitas ese discurso. Lo que nos ocurre a menudo es que cuando
intentamos usar la memoria la usamos mal. En nuestra cultura esta
facultad ha quedado arrinconada y desacreditada. Aprendizaje
memorístico es sinónimo de inadecuado, superficial e inútil. Pero este
desprecio es tan absurdo como si de pronto nos burláramos de las
piernas por la sencilla razón de que hemos inventado automóviles y
ascensores.


La memoria ha desempeñado un papel fundamental en culturas que
estaban basadas en la palabra hablada. En la Antigüedad clásica había
técnicas enormemente refinadas que ayudaban a los oradores a
retener su discurso en la memoria. Una de ellas consistía en
representárnoslo como un paseo por las estancias de una casa.
Cuando estás haciendo la introducción, te encuentras en el vestíbulo.
Para el primer apartado pasas al salón y allí vas recogiendo de las
estanterías ejemplos, anécdotas y chascarrillos que dejaste
debidamente preparados cuando estabas ensayando. Y así vas
recorriendo toda la casa hasta llegar a la conclusión.

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